Astuto. Yo no creo que el Presidente de los EE.UU. de A., Barack H. Obama, pueda ser descrito con una palabra más adecuada, tras viajar el martes 16 de junio de 2011 a San Juan para una visita que comoquiera duró menos de lo que dura un centavo de queso. Una visita para la que se hicieron muchas expectativas, sobre lo que se lograría alcanzar tras la misma. Una visita para la que se quiso vestir a San Juan de punta en blanco. Una visita para la cual se quiso movilizar a la gente, tal vez para dar la impresión de que Puerto Rico estaba así de contento de recibir a un visitante de la importancia del líder de la nación más poderosa sobre la tierra.
¿Y qué pasó? (O más bien, ¿qué fue lo que no pasó?) La llegada del “Fuerza Aérea 1” a San Juan con algunos minutos de adelanto, un discurso presidencial de 10 minutos y medio (en el que apenas dijo algo sustantivo—o lo que dijo no era nada nuevo), una caravana motorizada que se desplazó por la vía de rodaje como si tuviera prisa, una parada breve en el palacio de gobierno puertorriqueño (“La Fortaleza”), una parada para almorzar en una repostería y restaurante del sector El Condado… ¡Adi’ó! Pero, ¿y el almuerzo a todo dar que se le tenía preparado en La Fortaleza? Y para terminar de hacerla, ¿almorzando con el principal líder de la oposición, el senador Alejandro García Padilla (PPD-Acumulación)? No sólo eso: ¿almorzando (lo que en buen puertorriqueño conocemos como) un “sándwich de medianoche” (cuyos ingredientes suelen incluir el jamón, el pernil de cerdo y el queso suizo), con agua embotellada? Yo no sé, pero ese “sandwichito” debe ser un tremendo “resuelve” cuando se tienen por delante dos actividades de recaudación de fondos de campaña (una de las cuales era a US$38500 por cabeza), además de concederle entrevistas a dos de los medios locales (El Nuevo Día y Univisión Puerto Rico) antes de partir con rumbo a casa en el “Fuerza Aérea 1”.
¿Y dónde quedó el gobernador? ¿Y dónde quedó la debida deferencia a las autoridades locales? A mí me parece que eso se llama “plantón”. Un buen plantón para las autoridades estatales y para muchos de los que fueron a vitorearle a su paso, como para que él viera que los puertorriqueños somos “una tribu feliz”. Y no quepa la menor duda que quienes tanto se quisieron lucir, como si se tratara del reciente casorio de Guillo y Kati (¡y dale que es tarde!) de la boda real efectuada en abril pasado (y me imagino que alguna de las aspirantes a realeza conocidas “cariñosamente” como “las Cívicas” habría querido lucir un sombrero tan ridículo como el que llevó entonces la princesa Beatrice, que parecía más que otra cosa un asiento de excusado—o de retrete, o de inodoro… whatever!), se llevaron una enorme decepción. Porque más que nada, lo principal que le importaba a las autoridades locales era lucirse. Dar una buena impresión para que se nos tome en cuenta, a la hora de decidir nuestro futuro político, si queremos o no tener algo que ver con la nación poderosa del mundo.
Nación a la que—si nos dejamos llevar por algunos comentaristas políticos, como el periodista Luis Francisco Ojeda, uno de los expertos en dimes y diretes, broncas y bolletes “análisis” y “noticias”—no le interesa resolver la situación de su relación política con Puerto Rico. ¿Será porque como hemos visto en otras ocasiones, siempre hay “asuntos más importantes que atender”? ¿O será que al saber que aquí cada quién tira para su lado, simplemente los cachanchanes de allá están esperando a que nos acabemos de arrancar las cabezas? Y cuidado que lo vengo diciendo, desde cuándo…
El caso es que, a mi juicio, una de las consecuencias inmediatas de la visita del presidente Obama Puerto Rico ha sido dejar una estela de “malos perdedores” (o que se comportan así), principalmente entre las huestes azules locales. (Interesantemente, el color azul es el símbolo político que tienen en común los personeros del actual gobierno local [PNP] y los miembros del Partido Demócrata, a pesar de que los primeros se identifican principalmente con el Partido Republicano estadounidense, cuyo color es el rojo—el mismo que por décadas ha identificado a los miembros del PPD. ¿Entendieron eso? ¿No? ¡Olvídenlo!) Ya por lo menos, ha habido dos amenazas de miembros del actual gobierno (de hecho, son el presidente del senado y una senadora que es hija de un ex-gobernador) de irse de “tour” a través de las comunidades hispanas en los EE.UU.—las mismas a las cuales precisamente iba dirigido el viaje presidencial—para expresar el “agravio” del que fueron objeto a manos del mandatario. (Y cuando se oye hablar a estas personas, no se puede menos que pensar en que están en la etapa de la ira que postulaba la doctora Kübler-Ross, como si se les hubiese arrebatado algo tan querido, una oportunidad que tal vez nunca volverán a tener.)
Sea como sea, para mí que este viaje presidencial no tuvo los resultados que todos teníamos en mente. Y aun cuando algun@ que otr@ ilus@ pudiera albergar esperanzas de que tras el regreso del presidente Obama a Washington, de repente empezara a nevar en nuestras montañas (y si no me lo creen, véanse este “reportaje” en El Ñame), francamente, eso no habrá de suceder, o al menos no sucederá así porque sí. Y nunca hubo la intención de que eso sucediera.
Lo que sí hubo fue un brillante ejercicio de astucia política. Una partida de ajedrez de movimientos impredecibles—aunque no para los conocedores del juego, y me refiero en este caso al juego de ajedrez político. Un ejercicio en el que prevaleció el gran maestro, el estratega (un poco irónico, tratándose de un ganador del Premio Nobel de la Paz), el que movió las fichas en el tablero a su antojo, dejando al bando enemigo tratando de curarse las heridas de la batalla.
Interesantemente, se nos vendió ésta como la primera visita en asuntos oficiales de un mandatario estadounidense, desde la de John F. Kennedy en diciembre de 1961 (y yo era un infante entonces, por lo que no tengo recuerdos de esa visita—sorry!), o como el cumplimiento de la promesa de campaña que el entonces candidato presidencial y senador por el estado de Illinois había hecho en otra visita fugaz, en 2008, de que volvería a Puerto Rico como presidente estadounidense. Para muchos de nosotros, esta “venta” salió demasiado cara.
¡Y vamos a dejar eso ahí! Cuídense mucho y pórtense bien.
LDB