La imagen de un mundo enfermo

Imagínense este cuadro, mi gente:

A un lado de la imagen está lo que parece ser una figura femenina, vista desde su costado izquierdo.  Ella está cubierta con una vestimenta corta de color rosado que apenas le llega a cubrir el pecho.  Está arrodillada, con su brazo derecho cruzando sobre su pecho.  No vemos su cabeza, colocada entre la caja de un transformador de electricidad de alto voltaje y un poste del tendido eléctrico.

Del otro lado están unos siete agentes de la Policía de Puerto Rico.  Por lo menos cuatro de ellos son mujeres.  Los siete parecen estar a la espera de que venga el fiscal de turno, o tal vez los peritos en escenarios de crímenes.  Mientras tanto, esos agentes podrían estar comparando notas sobre lo que ha sucedido al otro lado de la imagen, donde está la mujer arrodillada.

Porque resulta que la mujer al otro lado de la imagen, al lado opuesto al de los siete agentes policiales, está muerta.  Su cadáver sin cubrirse con una sábana, como lo dicta el más elemental sentido común (cada vez más, el menos común de los sentidos).  Su cabeza, como ya dije, no la vemos.  Sin embargo, no hay más que imaginar el gesto dibujado en su rostro, un gesto de dolor y angustia, ante la inminencia de lo que le sucedería… un gesto que presumo como reforzado por las marcas dejadas por las balas asesinas…

Arrodillada y escondida de su atacante.  Así, luchando hasta el final, murió ayer Élida Ríos Montañés.  Fue baleada y asesinada por su compañero consensual.

Su cuerpo quedó entre un poste del alumbrado y un generador de electricidad.  Era evidente que el horror y el terror la invadieron antes de caer muerta, en una imagen que estremece, que dramatiza en carne viva el espanto de la violencia doméstica.1

Así fue como la prensa puertorriqueña comenzó a dar cuenta del sangriento hecho de violencia doméstica ocurrido el martes 22 de abril de 2009 frente a una tienda de piezas para autos, en una concurrida avenida de la ciudad de Carolina (al Este de San Juan, para quienes leen esto desde el resto del mundo).  ¿La protagonista del cuadro que acabamos de describir (como si eso fuera fácil de hacer en un caso como éste)?  Una mujer de 30 años de edad, llamada Élida Ríos Montañés, quien se desempeñaba como guardia de seguridad en un hotel del sector turístico "El Condado" en San Juan.  ¿Quién fue su verdugo?  Su compañero consensual, de nombre José de León de Jesús, de 45 años de edad, quien trabajaba a la fecha como guardia de seguridad en un hotel del sector turístico Isla Verde en Carolina.

¿Y qué llevó a Élida a la culminación de su vida?  Aparentemente fue la intención de romper el ciclo de la violencia, de terminar con un patrón de abusos y maltratos de parte de su pareja, de decir ¡BASTA YA!

Intención que tal vez se debió concretar antes, tras varios intentos fallidos de presentar cargos en contra del agresor.  Intentos en los que presumo que las autoridades le habrían dado a ella la oportunidad de buscar un remedio, tal como una orden de protección, pero que ella habría rechazado.  ¿Por qué?  ¿Sería que ella creía amar tanto a su agresor?  ¿Creería ella que su pareja podría "rehabilitarse" por su propia cuenta?  Total, muchas personas creen que los problemas pueden resolverse por sí mismos si les deja sin atender… y no hace falta decir lo que sucede cuando es demasiado tarde para hacer algo.

(Ustedes conocen lo que yo siempre digo sobre las órdenes de protección, pero por respeto al tema que estoy tratando no lo voy a repetir aquí.)

Pero bueno, por lo menos el agresor hizo lo correcto y se entregó a las autoridades poco después de ocurridos los hechos, los cuales él confesó al Ministerio Público (y por los que fue preso, al no poder satisfacer la fianza que se le impuso).  Aunque no deja de inquietarme un poco que, como lo relata Primera Hora, él no tuviera conciencia del lío en el que se metió…

Hasta el mediodía de ayer De León aún creía que su víctima, Élida Ríos Montañés, de 30 años, estaba con vida.  Repetidamente le preguntaba sobre su condición de salud, a los investigadores.

“¿Está malita?”, preguntaba.

Nadie le había dicho que ayer mismo pasó de agresor a homicida.  No vio la desgarradora imagen de Élida sin vida, desamparada y de rodillas.2

Digo, una persona como ésta, a la que el Estado le concede, no el “derecho”, sino el privilegio de portar un arma de fuego en función de su trabajo como guardia de seguridad, y que mal utiliza ese privilegio para hacerle daño a otra persona, ¿será capaz de creer que solamente le hizo “un par de rasguños” a su víctima?

Más inquietante aún para mí fue que él manifestara su arrepentimiento por los hechos que le segaron la vida a su pareja, pero NO por haberla matado, sino por lo que pudiera ocurrirle a sus dos hijas pequeñas (producto de una relación marital anterior) si él iba preso.  ¿Qué es, que la vida de mis niñas es más valiosa que la de mi pareja?  Tal vez él estará pensando… "allá esa…, que se vaya pa’l infierno, ¡pero a mis hijas nadie les toque ni un pelo!"

¿QUÉ CLASE DE MENTALIDAD ES ÉSA?  Tal vez aquélla que alberga la noción de que la mujer vino para servirle al hombre, de que sólo sirve para traer los hijos al mundo, hacer las tareas del hogar (si es que no trabaja fuera del hogar, o si lo hace, le quedan energías suficientes para el trabajo del hogar), atenderle todas las necesidades que él pueda tener, mientras se sienta en la sala de estar a ver la televisión, quizás amargándose la vida por todas aquellas oportunidades que por su complacencia dejó pasar en su vida, tal vez creyendo que él es quien manda y que su palabra se tiene que cumplir sin cuestionamiento.  Tal vez aquella mentalidad para la cual todo lo que está bajo su techo, incluidos la esposa y los hijos, son "su propiedad", de la que sólo él puede disponer como le dé la gana…

Pero así son las cosas, mi gente.  Y así seguirán siendo si no se hace algo para atacar el problema de la violencia doméstica y de género, un problema social que hace rato está supurando.  Y una buena manera de hacer eso es empezar a crear conciencia, aun con imágenes como la imagen de primera plana que describí al principio de esta entrada.  (Y les aclaro que no voy a reproducir aquí esa imagen para evitar tener problemas con los derechos de autoría de Primera Hora sobre la misma.)  Como es de esperar, la foto ha generado bastante controversia,3 bien porque no debió haberse divulgado por respeto a la víctima o porque sí debió haberse divulgado independientemente de ello, bien porque es una escena demasiado impactante o porque es una escena que relata valientemente el estado en el que está nuestra sociedad, bien porque Primera Hora quiso aprovecharse de esa trágica escena para sensacionalizar y para "vender periódicos" o bien porque es un deber cívico de dicho medio de prensa.

Personalmente, yo creo que esta foto sí debió publicarse y aplaudo desde este blog la decisión de Primera Hora; que la foto en cuestión es un retrato valiente de una realidad que nos golpea la cara todos los días, desde las ciudades “prósperas” como San Juan hasta municipios como el de Adjuntas (colindante con la esquina Noroeste de Ponce), considerado como el municipio más pobre de Puerto Rico; y que más allá de si la intención de la familia Ferré Rangel (dueños de Primera Hora y El Nuevo Día) fuera o no la de aprovecharse de esta tragedia para "vender periódicos", se cumplió con el deber de informar lo sucedido y alertar al público sobre las consecuencias de la violencia doméstica, una realidad de la que muchos preferirían alejar el rostro.

Ciertamente tengo que destacar la labor digna y profesional de la fotoperiodista Teresa Canino, quien grabó para la posteridad la dramática escena, una escena que se le quedará grabada en su mente y en su sentir por mucho, mucho tiempo.

… Hay momentos llenos de optimismo y celebración pero hay otros, como el de ayer, que te carcomen por dentro.  Mi responsabilidad, igual que la de mi compañera reportera, era la de no dejar pasar la muerte de Elida por desapercibida.  Es fácil hablar de cifras, señalar víctimas y realizar marchas en contra de la violencia hacia la mujer.* Difícil es capturar una imagen, digerirla y golpearnos con la cruda realidad de la violencia de género en Puerto Rico.  Vemos la foto y ciertamente nos afecta.  Altera nuestra paz, provoca sentimientos de furia indescriptibles.

Son cinco mujeres en lo que va del año, pero ante mis ojos, Élida no es un número más, sino la muestra de que este país no puede seguir dándole la espalda al problema de la violencia doméstica que lo arropa.4

Espero que esta muerte no sea tratada como un número más, como una fría estadística en los informes de la Policía de Puerto Rico, sino que nos abra los ojos a una realidad que tarde o temprano debemos enfrentar, si queremos vivir en paz y armonía, con el mundo y con nosotros mismos.

¡Que así sea!


* Me imagino que ella se refiere a las marchas que se efectúan por las calles del Viejo San Juan, por parte de la Procuraduría de las Mujeres de Puerto Rico, cada vez que una mujer es víctima mortal de la violencia doméstica a manos de su pareja.

Fuentes (en el orden en el que se citan arriba):

  1. Asesinada sin piedad a balazos por su compañero, por Maribel Hernández Pérez (Primera Hora, 22 de abril de 2009)
  2. Preso por matar a su compañera, por Maribel Hernández Pérez (Primera Hora, 24 de abril de 2009)
  3. Más que una foto, por Leysa Caro González y Arys L. Rodríguez (Primera Hora, 24 de abril de 2009)
  4. Habla la fotoperiodista: Ante mis ojos ella no es un número más, por Teresa Canino (Primera Hora, 23 de abril de 2009)

LDB

7 comentarios sobre “La imagen de un mundo enfermo

  1. Un análisis acertado de una imagen impactante. Ojalá lograra dar valor a muchas mujeres que permanecen en situaciones similares para que decidan actuar a tiempo y salvar sus vidas y las de sus hijos.

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    1. Muy agradecido por tus palabras, Siluz. Yo creo que si alguna mujer que se ve retratada en la situación por la que Élida pasó y que la llevó a ese trágico desenlace—que hasta ha trascendido que ella venía sufriendo de maltrato desde su niñez o adolescencia—lee mensajes como éste y toma la decisión de actuar con valentía y decir ¡BASTA YA!, entonces habremos cumplido con nuestro cometido. De nuevo, muchísimas gracias por tu visita.

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  2. Definitivamente y por ende no tiene la moral suficiente para participar en decisiones tan importantes que afecten los procesos que regirán y demarcaran nuestros valores como sociedad. Lamentablemente estamos viendo una cultura de hipocresía donde los valores no son medidos por lo que pueda ser o no de beneficio a la sociedad sino más bien, son medidos de forma superficial y condicionada a la mentalidad displicente de nuestros senadores.

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  3. ¡EX-AC-TA-MEN-TE!

    Es un hecho muy lamentable que mientras Puerto Rico es testigo de una desgracia como la que mueve esta entrada de mi blog, la legislatura priva a la Procuraduría de las Mujeres de una persona que pueda dirigir su rumbo, sólo porque la designada (Joanne Vélez) se atreve a tener su propio criterio sobre asuntos como el derecho de la mujer al aborto, las parejas del mismo sexo y hasta las parejas de hecho… y eso es anatema para los fundamentalistas religiosos y sus «proxies» en la legislatura. Y para colmo, los legisladores, tras de que prefieren no dar cara a la prensa sobre este asunto, a la vez cierran filas para proteger a Evelyn «tanto tiempo en el cerca’o» Vázquez, a la que le acaba de salir un lío de adulterio con el eterno «cero a la izquierda» del PNP, Peter Muller, en lugar de cerrar filas en favor de las mujeres y los sectores marginados de nuestro país—que les guste a ellos o no, siempre estarán ahí. Pero bueno, allá nuestros «honorables» legisladores, ellos están en su mundo…

    Myrisa y Arlene, muchas gracias a ambas por visitar mi blog. Yo creo que no me muevo de WordPress.com en buen tiempo. ¡Cuídense mucho!

    P.S.: Por cierto, si un individuo como Peter Muller es capaz de «levantar» a la Senadora Bombón (como se ve en el vídeo clandestino que Primera Hora publicó hoy en su sitio web)… eso dice bastante de dónde están los estándares de ella. ¡No hay de otra!

    Luis Daniel

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