Hora de que nos pongamos al día

Amigas y amigos, mi gente,

Ciertamente no me he asomado mucho por este blog en bastante tiempo y lo admito. Salvo por las 2 entradas anteriores, no he tenido mucho ánimo para escribir en estas páginas. No porque no haya querido hacerlo, sino tal vez por la sensación que me provoca ver que la historia de siempre se sigue repitiendo, como si nosotros (hombres y mujeres) no fueramos capaces de aprender a hacer las cosas bien.

Más sobre eso más adelante, pero antes, es muy probable que hayan notado en la descripción bajo mi foto aquí en el blog una palabra en mayúculas: RETIRADO. Como sé que a muchos de ustedes les habrá parecido extraño, empiezo por remitirme a la nota que escribí el 4 de marzo de 2024 a mis seguidores de Facebook:

«OK, para los 2 o 3 que aún no se han enterado, a partir del cierre de labores del jueves 29 de febrero de 2024 estoy retirado del servicio público de Puerto Rico. Y aunque hubiera querido quedarme trabajando un año más, siento que ya yo di lo que tenía que darle a mi gente. En realidad no me quejo, como en la vida, tuve buenas experiencias y otras no tan buenas, incluso hubo situaciones que me pusieron a pensar si lo que hacía valía la pena (ustedes saben, situaciones que te ponen a mirar por media hora el clóset y pensar si vale la pena vestirse para salir a la calle a trabajar 🙄 😒😒)… ahora lo que importa es que hice lo mejor que pude con las cosas que tenía a la mano, eso y nada más es lo que me llevo de mi tiempo laboral. Pero nada, ya mi suerte está echada. Ahora lo que me queda es prepararme para vivir una nueva etapa, para navegar hasta donde me lleven los vientos, para un nuevo comienzo en mi vida. Y seguramente todo saldrá bien, Dios mediante.»

El caso es que acabo de dejar atrás 34½ años de mi vida, de los prácticamente 38 años que le he dedicado al servicio público como hago constar en la página de mi resumé, y que pasé mayormente dedicado a la evaluación de desarrollos propuestos y proyectos de infraestructura, con el fin de hacer las recomendaciones dirigidas a evitar, disminuir o mitigar el impacto de esos proyectos sobre los recursos naturales y el medio ambiente en Puerto Rico.

Y ciertamente, muchas cosas han cambiado en esos 34½ años, aunque algunas cosas se han mantenido iguales.

Como el afán de desarrollar megaproyectos de infraestructura que deberían ayudar a mejorar la calidad de vida de todos los puertorriqueños (hombres y mujeres)… ¡pero no lo hacen! O como la respuesta que damos cuando los desastres naturales nos azotan. Y no hace falta mencionar, ni los 2 huracanes de 2017 (Irma y María), los cuales nos dejaron desnudos como el emperador del cuento aquél (en tanto dejaron al descubierto, tanto la pobreza de muchos puertorriqueños como las acciones de quienes estaban—y están y estarán, les guste o no—llamados a aliviar el impacto de estos fenómenos naturales). Y ni hablar de los terremotos de enero de 2020 en el suroeste de Puerto Rico, ni de la pandemia de CoVID-19, ni de…

(Y si alguien tiene alguna duda, esto fue lo que dije alguna vez en este blog… ¡y me reitero en ello!)

Otra cosa que tampoco habrá cambiado mucho es… esteeeeeeeeee… la clase de líderes que han regido al país y al mundo. Desde gobernadores a los que «les vale» el que se les alerte del peligro del gasto público descontrolado y sin manera de reponer lo que se ha gastado (al punto de que por esa indolencia los dueños del show instalaron un SUPRAGOBIERNO para «enseñar» a esos «salvajes»), pasando por gobernadores que «cogen de pendejo hasta a sus propios fanáticos» (por lo menos, sigo creyendo que el que lo dijo—vean el enlace en el párrafo anterior—fue sincero y honesto en esa apreciación, quiérase o no) y gobernadores que se ufanan de estar «haciendo que las cosas pasen»,* pero parecen tener la piel bastante fina cuando se les llama la atención a que en los empleados de confianza de sus agencias ejecutivas—muchos de los cuales incluyen políticos y ex-funcionarios públicos en ánimo de hacer campaña política—se derrochan fondos públicos, mientras que se dejan de lado las necesidades educativas de los niños y niñas con necesidades especiales (por citar un ejemplo que data ya de más de 40 años)… Y eso, que los líderes legislativos no se quedan atrás, y mucho menos los legisladores… Peor aún, los unos y los otros demuestran—sin mucho descaro—que para ellos es más importante el inversionista extranjero que se muda a Puerto Rico para beneficiarse de unos alivios contributivos (aunque sea para evadir ser procesados por acciones turbias e ilegales) que la misma gente que sufre y padece la desigualdad económica de todos los días. Y luego, esos unos y esos otros (los de siempre, los del PNP y el PPD principalmente) se tratan de hacer los ingenuos para preguntarse, ¿por qué se nos está yendo la gente, si aquí las cosas no están tan malas?

*(Acá entre nos, yo reescribiría esa frase como: «Haciendo (O DEJANDO) que las cosas (MALAS LE) pasen (A LA GENTE BUENA)». Y esa es la realidad, por más que se intente disfrazar de otra cosa.)

Y mientras siguen nuestros pseudolíderes haciendo su ejercicio diario de «entretener» al populacho, de «darle al pueblo lo que el pueblo quiere»… ¡baile, botella y baraja!, siguen las calles convertidas en campos de batalla, que ahora ni hombres ni mujeres saben si salir a la calle o no, no vaya a ocurrir que no regresen con vida a su casa al final de la jornada. (Cierto es que por ahora no tengo que preocuparme mucho de eso, ante lo poco que tengo que salir a la calle—y sólo por aquello de hacerlo solamente cuando sea necesario—pero no dejo de preocuparme de todos modos.) Y una vez más, se demuestra que se ha perdido el respeto por los hombres y mujeres que están llamados a mantener el orden y la ley para garantizar una sana convivencia social. Hace unos años fue una representante del Ministerio Público en el camino a su hogar: ¡ahora (el Viernes Santo de 2024) le tocó a un agente de la propia policía estatal, recién completado su turno de trabajo de madrugada, también en el camino a su hogar, que presencia un hecho delictivo (unos delincuentes disparando a mansalva en algún lugar), persigue a los delincuentes hasta un residencial público y allí es emboscado y asesinado!

Eso sí, ahora son más las historias de individuos que, envalentonados por una cultura que no fomenta el respeto ni la tolerancia hacia los demás (de lo que podrían ser un ejemplo aquellos «exponentes del género urbano» que se la pasan inventando «líricas» que glorifican el uso de las armas de fuego, hasta contra las propias autoridades de ley y orden), continúan descargando su ira contra sus parejas, contra las personas de la tercera edad o contra cualquier persona que le hubiese hecho algún daño (real o de embuste), y que ni siquiera le importa dónde y cómo descarga su ira—¡hasta disparando frente a un edificio público que merece más respeto, como lo es el edificio de un tribunal!

Y encima de eso siguen las mujeres (y—tristemente—los niños, quienes no deberían estar pasando por estas situaciones) pagando con sus vidas, principalmente por culpa de esos macaharranes que se creen ser sus dueños (herederos de un orden social patriarcal obsoleto y que no va con los logros y aspiraciones de una sociedad más abierta, justa y racional), pero también porque quienes están llamados (hombres y mujeres) dentro del sistema de justicia criminal a brindarles protección no los defienden por indolencia, como si la cosa no fuera con ellos (hombres y mujeres). Yo prefiero creer que esos y esas son los menos.

(Y no, no voy a entrar en la lista de los torrentes de unos y ceros que le he dedicado al tema en este blog, pero ciertamente, con una sóla vez que algo como eso ocurra ya es demasiado.)

Y si así han sido las cosas en Puerto Rico, el resto del mundo no se queda atrás. Guerras (muchas de ellas para satisfacer los delirios de grandeza de quienes las libran), pandemias, movimientos políticos que se empeñan en echar por tierra todo aquello que potencie al ser humano para atender sus necesidades básicas más apremiantes y para que pueda desarrollarse al máximo de sus capacidades. Hoy en día, cualquiera, desde un palo de escoba, pasando por un animalito amaestrado, hasta un supuesto magnate y estrella de televisión de «realidad» que se las da de ser un «regalo de Dios para el mundo» (y que está tan desnudo como el emperador de varios párrafos atrás)… ¡cualquier cosa (énfasis añadido con toda intención) se puede postular para un cargo público! Y si tiene tanta influencia dentro de su movimiento político como para hundir a sus seguidores en el mismo pantano (y, por lo que se puede ver, ellos están dando cátedra de la tomadura de pendejo que proclamó aquél «distinguido» gobernador y sus «brothers» en el chat)… ¿muchísimo mejor?

Pues sí, aunque mucha gente no lo crea, en 34½ años he visto muchas cosas, las buenas, las malas, las peores… Y ver todas estas cosas me lleva a preguntarme, ¿cómo es que nos hemos dejado llevar hasta este punto? ¿Estaremos sintiéndonos tan impotentes como para no asumir nuestra responsabilidad individual y social y hacer algo para enderezar el rumbo de esta nave que es Puerto Rico, una nave en la que estamos remando todos (no unos pocos privilegiados)? ¿Hasta dónde va a llegar lo que está pasando en Puerto Rico? ¿Será esto la culminación de una «profecía» esbozada por uno de esos «brothers» que no se ve a sí mismo como lo que en realidad es, sobre «un Puerto Rico sin puertorriqueños»?

Treinta y cuatro años y medio después, éste no era el Puerto Rico que yo hubiera querido dejarles a mis hijos—de yo haberlos tenido—, pero lamentablemente las consecuencias de todos esos cambios están a la vista.

Y muy a mi pesar, ¡vamos a dejarlo ahí! Ahora más que nunca, cuídense mucho y pórtense bien y sean personas razonables. Y sí, ¡esto sigue!

LDBB