Hora de que nos pongamos al día

Amigas y amigos, mi gente,

Ciertamente no me he asomado mucho por este blog en bastante tiempo y lo admito. Salvo por las 2 entradas anteriores, no he tenido mucho ánimo para escribir en estas páginas. No porque no haya querido hacerlo, sino tal vez por la sensación que me provoca ver que la historia de siempre se sigue repitiendo, como si nosotros (hombres y mujeres) no fueramos capaces de aprender a hacer las cosas bien.

Más sobre eso más adelante, pero antes, es muy probable que hayan notado en la descripción bajo mi foto aquí en el blog una palabra en mayúculas: RETIRADO. Como sé que a muchos de ustedes les habrá parecido extraño, empiezo por remitirme a la nota que escribí el 4 de marzo de 2024 a mis seguidores de Facebook:

«OK, para los 2 o 3 que aún no se han enterado, a partir del cierre de labores del jueves 29 de febrero de 2024 estoy retirado del servicio público de Puerto Rico. Y aunque hubiera querido quedarme trabajando un año más, siento que ya yo di lo que tenía que darle a mi gente. En realidad no me quejo, como en la vida, tuve buenas experiencias y otras no tan buenas, incluso hubo situaciones que me pusieron a pensar si lo que hacía valía la pena (ustedes saben, situaciones que te ponen a mirar por media hora el clóset y pensar si vale la pena vestirse para salir a la calle a trabajar 🙄 😒😒)… ahora lo que importa es que hice lo mejor que pude con las cosas que tenía a la mano, eso y nada más es lo que me llevo de mi tiempo laboral. Pero nada, ya mi suerte está echada. Ahora lo que me queda es prepararme para vivir una nueva etapa, para navegar hasta donde me lleven los vientos, para un nuevo comienzo en mi vida. Y seguramente todo saldrá bien, Dios mediante.»

El caso es que acabo de dejar atrás 34½ años de mi vida, de los prácticamente 38 años que le he dedicado al servicio público como hago constar en la página de mi resumé, y que pasé mayormente dedicado a la evaluación de desarrollos propuestos y proyectos de infraestructura, con el fin de hacer las recomendaciones dirigidas a evitar, disminuir o mitigar el impacto de esos proyectos sobre los recursos naturales y el medio ambiente en Puerto Rico.

Y ciertamente, muchas cosas han cambiado en esos 34½ años, aunque algunas cosas se han mantenido iguales.

Como el afán de desarrollar megaproyectos de infraestructura que deberían ayudar a mejorar la calidad de vida de todos los puertorriqueños (hombres y mujeres)… ¡pero no lo hacen! O como la respuesta que damos cuando los desastres naturales nos azotan. Y no hace falta mencionar, ni los 2 huracanes de 2017 (Irma y María), los cuales nos dejaron desnudos como el emperador del cuento aquél (en tanto dejaron al descubierto, tanto la pobreza de muchos puertorriqueños como las acciones de quienes estaban—y están y estarán, les guste o no—llamados a aliviar el impacto de estos fenómenos naturales). Y ni hablar de los terremotos de enero de 2020 en el suroeste de Puerto Rico, ni de la pandemia de CoVID-19, ni de…

(Y si alguien tiene alguna duda, esto fue lo que dije alguna vez en este blog… ¡y me reitero en ello!)

Otra cosa que tampoco habrá cambiado mucho es… esteeeeeeeeee… la clase de líderes que han regido al país y al mundo. Desde gobernadores a los que «les vale» el que se les alerte del peligro del gasto público descontrolado y sin manera de reponer lo que se ha gastado (al punto de que por esa indolencia los dueños del show instalaron un SUPRAGOBIERNO para «enseñar» a esos «salvajes»), pasando por gobernadores que «cogen de pendejo hasta a sus propios fanáticos» (por lo menos, sigo creyendo que el que lo dijo—vean el enlace en el párrafo anterior—fue sincero y honesto en esa apreciación, quiérase o no) y gobernadores que se ufanan de estar «haciendo que las cosas pasen»,* pero parecen tener la piel bastante fina cuando se les llama la atención a que en los empleados de confianza de sus agencias ejecutivas—muchos de los cuales incluyen políticos y ex-funcionarios públicos en ánimo de hacer campaña política—se derrochan fondos públicos, mientras que se dejan de lado las necesidades educativas de los niños y niñas con necesidades especiales (por citar un ejemplo que data ya de más de 40 años)… Y eso, que los líderes legislativos no se quedan atrás, y mucho menos los legisladores… Peor aún, los unos y los otros demuestran—sin mucho descaro—que para ellos es más importante el inversionista extranjero que se muda a Puerto Rico para beneficiarse de unos alivios contributivos (aunque sea para evadir ser procesados por acciones turbias e ilegales) que la misma gente que sufre y padece la desigualdad económica de todos los días. Y luego, esos unos y esos otros (los de siempre, los del PNP y el PPD principalmente) se tratan de hacer los ingenuos para preguntarse, ¿por qué se nos está yendo la gente, si aquí las cosas no están tan malas?

*(Acá entre nos, yo reescribiría esa frase como: «Haciendo (O DEJANDO) que las cosas (MALAS LE) pasen (A LA GENTE BUENA)». Y esa es la realidad, por más que se intente disfrazar de otra cosa.)

Y mientras siguen nuestros pseudolíderes haciendo su ejercicio diario de «entretener» al populacho, de «darle al pueblo lo que el pueblo quiere»… ¡baile, botella y baraja!, siguen las calles convertidas en campos de batalla, que ahora ni hombres ni mujeres saben si salir a la calle o no, no vaya a ocurrir que no regresen con vida a su casa al final de la jornada. (Cierto es que por ahora no tengo que preocuparme mucho de eso, ante lo poco que tengo que salir a la calle—y sólo por aquello de hacerlo solamente cuando sea necesario—pero no dejo de preocuparme de todos modos.) Y una vez más, se demuestra que se ha perdido el respeto por los hombres y mujeres que están llamados a mantener el orden y la ley para garantizar una sana convivencia social. Hace unos años fue una representante del Ministerio Público en el camino a su hogar: ¡ahora (el Viernes Santo de 2024) le tocó a un agente de la propia policía estatal, recién completado su turno de trabajo de madrugada, también en el camino a su hogar, que presencia un hecho delictivo (unos delincuentes disparando a mansalva en algún lugar), persigue a los delincuentes hasta un residencial público y allí es emboscado y asesinado!

Eso sí, ahora son más las historias de individuos que, envalentonados por una cultura que no fomenta el respeto ni la tolerancia hacia los demás (de lo que podrían ser un ejemplo aquellos «exponentes del género urbano» que se la pasan inventando «líricas» que glorifican el uso de las armas de fuego, hasta contra las propias autoridades de ley y orden), continúan descargando su ira contra sus parejas, contra las personas de la tercera edad o contra cualquier persona que le hubiese hecho algún daño (real o de embuste), y que ni siquiera le importa dónde y cómo descarga su ira—¡hasta disparando frente a un edificio público que merece más respeto, como lo es el edificio de un tribunal!

Y encima de eso siguen las mujeres (y—tristemente—los niños, quienes no deberían estar pasando por estas situaciones) pagando con sus vidas, principalmente por culpa de esos macaharranes que se creen ser sus dueños (herederos de un orden social patriarcal obsoleto y que no va con los logros y aspiraciones de una sociedad más abierta, justa y racional), pero también porque quienes están llamados (hombres y mujeres) dentro del sistema de justicia criminal a brindarles protección no los defienden por indolencia, como si la cosa no fuera con ellos (hombres y mujeres). Yo prefiero creer que esos y esas son los menos.

(Y no, no voy a entrar en la lista de los torrentes de unos y ceros que le he dedicado al tema en este blog, pero ciertamente, con una sóla vez que algo como eso ocurra ya es demasiado.)

Y si así han sido las cosas en Puerto Rico, el resto del mundo no se queda atrás. Guerras (muchas de ellas para satisfacer los delirios de grandeza de quienes las libran), pandemias, movimientos políticos que se empeñan en echar por tierra todo aquello que potencie al ser humano para atender sus necesidades básicas más apremiantes y para que pueda desarrollarse al máximo de sus capacidades. Hoy en día, cualquiera, desde un palo de escoba, pasando por un animalito amaestrado, hasta un supuesto magnate y estrella de televisión de «realidad» que se las da de ser un «regalo de Dios para el mundo» (y que está tan desnudo como el emperador de varios párrafos atrás)… ¡cualquier cosa (énfasis añadido con toda intención) se puede postular para un cargo público! Y si tiene tanta influencia dentro de su movimiento político como para hundir a sus seguidores en el mismo pantano (y, por lo que se puede ver, ellos están dando cátedra de la tomadura de pendejo que proclamó aquél «distinguido» gobernador y sus «brothers» en el chat)… ¿muchísimo mejor?

Pues sí, aunque mucha gente no lo crea, en 34½ años he visto muchas cosas, las buenas, las malas, las peores… Y ver todas estas cosas me lleva a preguntarme, ¿cómo es que nos hemos dejado llevar hasta este punto? ¿Estaremos sintiéndonos tan impotentes como para no asumir nuestra responsabilidad individual y social y hacer algo para enderezar el rumbo de esta nave que es Puerto Rico, una nave en la que estamos remando todos (no unos pocos privilegiados)? ¿Hasta dónde va a llegar lo que está pasando en Puerto Rico? ¿Será esto la culminación de una «profecía» esbozada por uno de esos «brothers» que no se ve a sí mismo como lo que en realidad es, sobre «un Puerto Rico sin puertorriqueños»?

Treinta y cuatro años y medio después, éste no era el Puerto Rico que yo hubiera querido dejarles a mis hijos—de yo haberlos tenido—, pero lamentablemente las consecuencias de todos esos cambios están a la vista.

Y muy a mi pesar, ¡vamos a dejarlo ahí! Ahora más que nunca, cuídense mucho y pórtense bien y sean personas razonables. Y sí, ¡esto sigue!

LDBB

Seguimiento al Check-out del 17 de enero de 2023

OK… probando… probando… 1-2-3…

Amigos y amigas, mi gente… Aquí estoy de nuevo. Y me disculpo por no haberles mostrado oportunamente el seguimiento a la entrada anterior sobre el comentario de Monti Carlo en… me da un poco de trabajo decir esto… la plataforma de redes que antes se conocía como «Twitter» (no me animo a llamarla «X«, ahora que Elon Musk la ha convertido en… esteeeeeeeeee… en otra cosa desde que la adquirió, pero ahí vamos) sobre por qué la apariencia de ella no encaja con el concepto de cómo debe verse un puertorriqueño (hombre o mujer) ante los ojos de un no-puertorriqueño (hombre o mujer). (Digo, yo asumo que el emoji de las manos en oración 🙏 se puede interpretar como una señal de agradecimiento de parte de ella, pero no estoy para cuestionar eso, solo puedo estarle más que agradecido por ello. 😳)

Al menos me alegra hacer un bien.

Y ya, vamos a dejarlo ahí, que ya pronto habrá más de qué hablar. Cuídense mucho y pórtense bien, y sobre todo, sean personas razonables, ¿OK?

LDBB

El «Check it Out» del día

Muchos de nosotros recordamos cuando se cuestionaba que Xuxa (esa misma, la que cantaba para los niños pero estaba vestida para los papis 😳 🤭 🤭 🤭 ) fuera brasileña 🇧🇷 , siendo rubia y de ojos azules. Me imagino que esa actitud no ha cambiado nada desde entonces.

Pero es bueno que pasen cosas como ésta y que esas cosas salgan a la luz, que se llamen las cosas por su nombre. ¡Bravo por Monti Carlo!

… pero algunos más (o menos) iguales que otros: el cuento de nunca acabar

Amigas y amigos, mi gente,

Durante estas semanas en las que el mundo ha tratado de adaptarse a la carrera a una manera distinta de vivir, a causa de la pandemia de Covid-19 del 2020, han salido a relucir varias situaciones penosas, situaciones que los más optimistas entre nosotros desearíamos que se hubieran resuelto hace mucho tiempo. Para ello, quisiera consignar aquí 3 nombres, con el énfasis correspondiente en cada uno a través de toda esta entrada:

  1. Ahmaud M. Arbery.
  2. George Floyd.
  3. Christian Cooper.

¿Qué tienen en común estos 3 nombres? Primero, los 3 son hombres de raza negra (o para los políticamente correctos como yo, «afroamericanos»). Segundo, los 3 fueron en momentos distintos objeto de ataques en su contra, por parte de otros que no comparten con ellos el mismo color de su piel. Y lo tercero, por lo menos 2 de ellos pagaron con sus vidas por los ataques de que fueron objeto; sólo uno de ellos se libró de correr esa suerte. Pero en los 3 casos, se plantea la posibilidad de que los mismos comparten un elemento en común: que en los incidentes en los que estuvo involucrado cada uno, haya estado presente el elemento del racismo. Un problema que mucha gente en los Estados Unidos creyó que se estaba superando. Una herida en el corazón de la nación llamada, «más poderosa del mundo», «tierra de los libres y hogar de los valientes». Una herida que no acaba de cicatrizar—y sabe Dios si algún día cicatrizará.

Arbery tenía 25 años de edad cuando murió el 23 de febrero de 2020 cerca de Brunswick, Georgia (EE.UU.), en medio de un incidente—aún algo confuso mientras escribo esto—en el que, habiéndose detenido en una residencia en construcción durante una carrera de ejercicio, sale de nuevo a la calle a continuar con su carrera, sólo para ser seguido e interceptado después por un duo de padre e hijo, blancos, ambos armados, uno de ellos (el padre) con una escopeta, quien lo mató de 3 disparos, bajo el pretexto de que Arbery era un escalador que había estado rondando ese vecindario. Todo eso mientras un tercer hombre, también blanco, grababa en su teléfono celular un vídeo de la acción que se estaba desatando frente a él, sin aparente interés de hacer nada por evitar esa tragedia.

Floyd murió a los 46 años de edad el lunes, 25 de mayo de 2020 en Minneapolis, Minnesota (EE.UU.), luego de ser detenido por un incidente en el que, supuestamente (hasta el día en que escribo, ya que no había concluido la investigación de los hechos), había tratado de pagar una mercancía con un billete de US$20.00 que había sido identificado como falso por un empleado de la tienda donde se efectuaba la transacción. Probablemente, el incidente no hubiera llegado a lo que llegó, de no ser porque uno de los 4 agentes de la policía que intervino con Floyd, quien ya estaba restringido con esposas (luego de—presuntamente—ofrecer resistencia al arresto), colocó toda la masa de su cuerpo, por medio de su rodilla izquierda, sobre el cuello de este último para restringirlo aún más. Y así estuvo durante 8 minutos y 46 segundos.

Déjenme repetir eso último: OCHO MINUTOS Y CUARENTA Y SEIS SEGUNDOS.

Y durante los primeros 5 minutos con 53 segundos de todo ese tiempo, Floyd no podía hacer otra cosa que suplicar por su vida (en una manera que de inmediato recuerda a otra muerte de origen policial, en el caso de Eric Garner; vía Wikipedia, en inglés, en español):

«No puedo respirar.»

«Me duele el estómago, me duele el cuello, me duele todo.»

«No me maten.»

Hasta que Floyd quedó inconsciente por otros 2 minutos y 53 segundos más, mientras el mismo agente policial mantenía su rodilla sobre el cuello del infortunado. Tras lo cual Floyd fue llevado por los paramédicos a un hospital, donde se certificó su muerte posteriormente.

Sin embargo, Cooper, cuya edad no aparece en las fuentes consultadas hasta ahora para esta entrada, no corrió la misma suerte de los anteriores, aunque no deja de preocupar la posibilidad de que el desenlace hubiera sido diferente. El mismo día que ocurrió la muerte de Floyd, el señor Cooper, un entusiasta observador de aves—quien resulta ser miembro de la junta del Capítulo de la Ciudad de New York de la Sociedad Nacional Audubon—sorprendió a una joven, blanca, cuyo perro estaba corriendo sin estar sujeto con una cadena, por un área forestada del Central Park neoyorquino, conocida como «The Ramble» (nombre que se podría traducir como «El Paseo» o «El Paseo Largo»), en desobediencia de los rótulos que indican la regulación de esa práctica. Cuando el señor Cooper trató de llamarle la atención a la joven sobre el particular, ella se sintió «amenazada» y procedió a tomar su teléfono celular para llamar a la línea de emergencia 9-1-1. Sin embargo, en su llamada, ella expresó en un tono dramático que había un hombre negro que la estaba amenazando—a ella y a su perro—, que ella temía por su vida en ese sector del parque y que se enviara de inmediato a la policía para atender esa situación. Todo eso, mientras el señor Cooper grababa todo el espectáculo a través de su teléfono celular.

Ahora bien, ninguno de los 3 casos ha quedado sin consecuencias. En el caso de Arbery, tanto los 2 presuntos «justicieros» (yo los llamaría más bien, «ajusticiadores») como el tercero que grabó toda la escena fueron arrestados en mayo de 2020, luego de más de 70 días sin que se tomara acción alguna, y en los que algunos funcionarios del ministerio público tuvieron que recusarse de la investigación por mostrar favoritismo implícitamente contra la víctima fatal.

En el caso de Floyd, sin embargo, se actuó un poco más rápido, cuando la policía de Minneapolis puso en licencia administrativa a los 4 agentes participantes, para después ordenar el despido de los mismos, y culminando con una acusación contra el agente que estanguló con su rodilla a Floyd—quien ya tenía casi 2 decenas de querellas en su contra por acciones indebidas como miembro de la policía—1 por asesinato en tercer grado, en su modalidad de asesinato provocado por una mente depravada (es decir, cuando un individuo lleva a cabo, con o sin intención, un acto, a sabiendas de que ese acto tiene una alta probabilidad de resultar en un grave daño corporal o en la muerte de otra persona; al hacer caso omiso de esa posibilidad, el individuo que lleva a cabo el acto demuestra una indiferencia depravada a la vida humana y la muerte así ocasionada se considera como cometida con malicia de antemano, «malice aforethought«; vea esta explicación en Wikipedia, en inglés). Lamentablemente, ello no ha impedido que se alcen las voces de protesta, tanto en Minneapolis como en otras ciudades, en las que han ocurrido manifestaciones con algunos actos destructivos (como la quema del cuartel policial donde estaban asignados los 4 policías blancos implicados en el incidente), mientras escribo esta entrada.

En el caso de Cooper, afortunadamente, la suerte se le viró en contra a la joven que quiso hacer el papel de «víctima». A pesar de que después ella se disculpó públicamente por el incidente (disculpa que el señor Cooper dejó la puerta abierta para aceptarla), eso no parece haberle valido a ella de nada, ya que al día siguiente fue despedida por su patrono (una casa de corretaje de valores de la Wall Street) y hasta le fue quitado el perro que ella estaba paseando al momento del incidente (el cual ella había adoptado de un refugio de animales). (De paso, según el vídeo del señor Cooper que trascendió en los medios, la joven tenía agarrado al perro por el cuello, mientras trataba de ponerse dramática por el teléfono con la supuesta amenaza contra su vida y la del can. Me da la sospecha impresión de que eso debió haber influido en el ánimo de los responsables del refugio en su decisión de quitarle a la joven la custodia del perro—¿tal vez porque se demostraba en el vídeo una indiferencia depravada hacia la vida de un animal?—, pero eso es sólo mi opinión.)

Cabe preguntarse entonces si la joven habrá aprendido de esta experiencia a medir las consecuencias de sus actos de ahora en adelante (porque, en todo caso, ella fue la que ocasionó todo el problema, al no respetar una norma dirigida a asegurar el disfrute del área natural por todos, hombres y mujeres por igual, niños y adultos por igual, blancos, negros, latinos, orientales y otros por igual). Pero también cabe preguntarse qué hubiera ocurrido si la policía de New York (NYPD), notoriamente malhumorada y agresiva (no se podría esperar menos, por ser la fuerza policial que sirve y protege a una ciudad fría y dura como la de New York), hubiera intervenido con Cooper, y esa intervención hubiera tenido resultados funestos, como en el caso de Floyd o incluso en el de Garner (o que, en lugar de los «New York’s Finest«, hubieran intervenido «justicieros» civiles, como en el caso de Arbery). De haber sido así, ¿habría creído la joven que le estaba haciendo un servicio a la humanidad, al librarla de un hombre de raza negra que supuestamente amenazaba con hacerle daño a ella y a su perro (y todo, porque él la atrapó en falta)? ¿Podría ella dormir tranquila por la noche, sabiéndose responsable de una tragedia como ésa, o demostraría una indiferencia depravada hacia la vida de su presunto atacante?

Por ahora, y aunque no se había determinado si se radicaría en su contra alguna querella por el uso indebido de la línea de emergencia 9-1-1,2 creo que ya ella tiene suficiente castigo como para no poder dormir tranquila por mucho tiempo.

En todo caso, incidentes como los que estoy mencionando en esta entrada me llevan a otras ocasiones en las que he tratado el tema en este blog. Como hace unos 8 años, cuando dije lo siguiente:

«La verdad es que el debate que se ha originado por causa de tan lamentable incidente es una cosa tan sensitiva. Es una herida bastante profunda que se vuelve a abrir en la piel de una sociedad como la estadounidense, que tiene que cargar con el peso de un pasado de discrimen y racismo, de la creencia en la supuesta inferioridad de unos grupos sociales con respecto a otros, que criminaliza a esos grupos supuestamente “inferiores” y que ha resultado en consecuencias muy trágicas. Pero lo peor es que esa herida corre el riesgo de abrirse aún más, según aumenten los esfuerzos por revivir el prejuicio, por avivar la llama del odio entre grupos y entre clases sociales, por matizar la convivencia entre todos los miembros de esa sociedad sobre la base de la “percepción razonable”, de la mera sospecha de que el que dice ser mi prójimo no es lo que aparenta ser.

«Francamente, esa no es la manera de llevar una vida en comunidad. Pero así es como se está viviendo hoy en día (queramos o no).»

Viendo cómo han estado sucediendo las cosas desde que escribí esa entrada en 2012, sobre todo en los años transcurridos desde 2017, con un magnate ególatra y voluntarioso al mando de «la nación más poderosa del mundo» (como decía la conocida muñeca chismosa… «¿he mencionado nombre yoooooooooo?»), me da la impresión de que los cerdos que regían la granja en la novela de Orwell siguen andando por ahí lo más campantes:

All animals are equal, but some animals are more equal than others.

(“Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.”)

[…]

Definitivamente, parece que los cerdos se han hecho con el gobierno de esta granja. Un gobierno en el que se consideran por encima del resto de los animales. En el que el bienestar y el progreso de los demás animales no les importa; sólo mantener sus poderes y privilegios. En el que no son iguales con respecto a los otros… sino más iguales que los otros.

Y es esa clase de «cerdo» la que resiente cualquier cosa que sea conflictiva con su ideología racista. Es más, permítanme repetir aquí algo que escribí en 2013, tras el fallecimiento del líder de África del Sur (y ex-confinado número 46664), Nelson Mandela:

«… lo importante es que ahora queda un legado, tanto para los africanos del sur como para el resto del mundo. Un legado de firmeza en las convicciones, de buscar aquello que debe unir—más bien, une—a los seres humanos, sin esa distinción artificial resultante de cómo vemos el color de la piel del otro, o de dónde procede, o cómo es su cultura o su ideario político, o si es hombre o mujer, o si habiendo nacido hombre o mujer tiene otras inclinaciones (siempre que las mismas no sean hacia cosas verdaderamente abominables—y ésa es una raya que hay que tirar de todos modos), o si cree en Dios o en una Fuerza Suprema, o incluso si no cree.

«Un legado que siempre se verá bajo amenaza de quienes no ven la vida con ese mismo espíritu. De quienes pretenden mantener vivas las cosas que dividen a los seres humanos. De quienes pretenden explotar los miedos de los incautos hacia “el otro”—se llame “mujer”, “negro”, “latino” o “hispano”, “chino” u otro tipo de asiático (total, hay quien no distingue unos de otros), “homosexual” o “lesbiana” o “bisexual” o “transexual” o “transgénero” (y también hay quien pinta a todos éstos con el mismo brochazo)… se llame como se llame—para adelantar sus propias agendas en lo político, en lo religioso, en lo social. Bajo amenaza de quienes no creen en la justicia social.

«Pero aún así, es un legado del que podemos todos aprender algo, si nos lo proponemos. Y que podemos aplicar en nuestras vidas, si queremos. Y que podemos seguir propagando y extendiendo, si aceptamos esa misión que. después de todo, será para el bien de quienes sigan nuestros pasos ahora, y de quienes seguirán sus pasos después.

«Y es un legado de justicia, de persistencia, y sobre todo, de unión. UNIÓN para enfrentar las dificultades que encontramos a lo largo del camino. UNIÓN para prevalecer, más allá de las pequeñas diferencias, en busca del bienestar de todos. UNIÓN para lograr una vida mejor, un futuro mejor.»

Tal vez sea sólo una ilusión creer que se podrán vencer el racismo y el discrimen, pero yo creo que vale la pena. Por todos los Eric Garner, Ahmoud Arbery, George Floyd, Trayvon Martin, y muchos otros que se arriesgan a no ver la luz del día, porque alguien no les dio la consideración de seres humanos.

¡Y vamos a dejarlo ahí! Cuídense mucho—cada quien y a los demás—y pórtense bien.


1 Interesantemente, y no por reirme de las tragedias de nadie, antes de ponerme a actualizar esta entrada me enteré de que la esposa del policía implicado en la muerte de Floyd… ¡le ha solicitado el divorcio! La verdad es que no sé si tenerle pena al pobre individuo, pero con un historial como el suyo… ¡es como para que la amante—en caso de que la tuviese—lo deje de inmediato! ¡A juyirrrrr!

2 Para que los lectores fuera de Puerto Rico tengan una idea, el Artículo 239 de la Ley Núm. 146 de 30 de julio de 2012, según enmendada, conocida como el Código Penal de Puerto Rico (Ley 146-2012), dispone lo siguiente sobre las llamadas telefónicas falsas a sistemas de emergencia:

«Toda persona que a sabiendas efectúe o permita que desde cualquier teléfono bajo su control se efectúe una llamada telefónica a cualquier sistema de respuesta a llamadas telefónicas de emergencia, como el tipo conocido comúnmente como “9-1-1”, para dar aviso, señal o falsa alarma de fuego, emergencia médica, comisión de delito, desastre natural o cualquier otra situación que requiera la movilización, despacho o presencia del Cuerpo de Bomberos, personal de Emergencias Médicas, la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias, Junta de Calidad Ambiental o fuerzas del orden público, incluyendo la Policía de Puerto Rico, o que efectúe o permita que desde cualquier teléfono bajo su control se efectúe una llamada obscena o en broma a tal sistema de respuestas a llamadas telefónicas de emergencia, será sancionada con pena de reclusión por un término fijo de tres (3) años.

«El tribunal también podrá imponer la pena de restitución para subsanar cualquier utilización innecesaria de recursos o desembolsos innecesarios de fondos por parte del Estado Libre Asociado para responder a cualquier llamada telefónica obscena, en broma o constitutiva de falsa alarma a tales sistemas de emergencia.»


LDB

No hay enemigo pequeño… ¿o sí?

Amigas y amigos, mi gente: ¡estoy de regreso!

La verdad es que extrañaba mucho sentarme a escribir en este blog.

Y yo sé que a algunos de ustedes también eso les extrañó.

Cierto es que los eventos que tuve que vivir durante los últimos 3 años de vida de mi papá (vean aquí y aquí) tuvieron su peso en mi ánimo.  Aunque también les diré que empecé a tener dudas de por qué me sentaba a comentar en un blog sobre cosas que muchos otros tenían mejor base para comentar.  Admito que mi vida ha cambiado tan significativamente desde la última vez que me senté a teclear un comentario sobre esas cosas de la vida que son… ¿cómo lo digo?… tan «extrañas».  Sobre todo ahora que, habiendo cumplido los 60 años de edad en diciembre de 2018, estoy entrando en una etapa de mi vida en la que debo irme despidiendo de aquellas cosas que me movían en mi juventud, para buscar algo que me dé mayor sosiego.  Y no es nada fácil cuando no hay un punto de apoyo cercano, alguien que te diga que lo estás haciendo bien, que tienes la fuerza y la capacidad para seguir hacia adelante.

Pero aún así, cada día te dices que debes tener ánimo, debes tener la fuerza para poder seguir hacia adelante, porque tienes que alcanzar una meta y no te puedes detener.

Aun cuando esa meta—por irónico que pueda parecer—te lleve por un rumbo distinto al que esperabas, como ha llevado a otros en los últimos años en Puerto Rico.

(OK, les prometo que, en su día, daré la debida explicación de por qué tendré que seguir ese rumbo, pero, lamentablemente, ahí la suerte ya está echada.)


Así las cosas, mientras eso ha estado ocurriendo en mi vida, el mundo que me rodea—por lo menos en lo inmediato—se ha vuelto una cosa más complicada de lo usual.  A Puerto Rico lo atacan desastres y calamidades inmisericordes, como los huracanes Irma y María (6 y 20 de septiembre de 2017, respectivamente), los movimientos sísmicos en la costa suroeste de Puerto Rico (particularmente el fuerte terremoto de maginitud 6.4/6,4 del 7 de enero de 2020), y para acabar de completar, una pandemia como no se había visto desde la «gripe española» de 1918 (Wikipedia: en español, in English).  Una variante de los llamados «coronavirus» (corríjanme si me equivoco, pero ¿no es el del catarro o resfrío común un tipo de coronavirus?), pero mucho más contagiosa y peligrosa, llamada «Covid-19».

(Y a juzgar por el trágico impacto global de este virus, cabría preguntarse si es cierto aquello de que «no existe un enemigo pequeño»—pero ésa es mi opinión.)

Pero si estos desastres y calamidades han sido inmisericordes con Puerto Rico, la respuesta que se le ha dado por parte de las autoridades a estos desastres y calamidades ha sido—en muchos casos—más inmisericorde aún.  A riesgo de estarlo repitiendo como cotorra amaestrada, los huracanes de 2017 dejaron al descubierto la realidad de un Puerto Rico que aspiraba a lucir sus mejores galas, solo para resultar que estaba tan desnudo como el emperador del cuento aquél.

¿Y qué se ha hecho desde entonces por parte de los que pueden hacer algo para remediarlo?

Lo ignoran.

Se burlan.

Lo toman de tonto…

No, vamos a frasearlo de la manera que el—por entonces—gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló Nevárez, lo expresó en un chat cibernético con sus ayudantes y funcionarios cercanos, que él pensaba que nadie conocería de su existencia—y que en última instancia, provocó que un pueblo molesto lo sacara del poder en agosto de 2019, menos de año y medio antes del final de su mandato:

«Cogemos de pendejo hasta los nuestros.»

Expresión del entonces Gobernador Ricardo Rosselló en una sala de chat de Telegram, el 1 de diciembre de 2018 a las 12:32:26 PM (UTC -4:00:00).

Y, aparte, yo creo que ésa es una gran verdad, la realidad de lo que han hecho todos los políticos habidos y por haber en el Puerto Rico de las últimas 4 o 5 décadas.

Y mientras lo ignoran, se burlan y lo toman de tonto, buscan sacarle provecho económico a la situación.

Destinan fondos públicos para contratos a compañías de poca reputación profesional, que pueden ser de esas empresas «de marquesina» o «de sótano» con apenas 2 o 3 socios (tal vez queriendo imitar el modelo de empresas exitosas como Microsoft o Apple, pero también queriendo hacerlo en menos tiempo).

O hacen contratos para adquirir pruebas de detección del coronavirus Covid-19 a sobreprecio, a favor de empresas sin ninguna experiencia o peritaje en equipos médicos—digo, a menos que el mantenimiento y reparación de acondicionadores de aire de escala comercial cualifique para ese propósito.  Y cuando el banco que se suponía que financiara esa pretendida transacción levanta bandera sobre la misma, las responsabilidades se evaden y nadie asume responsabilidad, nadie sabe nada, nadie dice nada.  Y la orquesta sigue tocando su música mientras el barco hace agua.

Y en el proceso, dándole la razón—aunque no necesariamente por la razón correcta—a un «entertainer« racista y con ínfulas de grandeza, al que el país que conocemos como los Estados Unidos de América cometió el garrafal error de elegir como su presidente para el periodo 2017–2021.  (Ya quisiera yo que allá aprendieran de esta mala experiencia, pero lo veo muy dudoso.)

Sí, la realidad es que se le ha fallado a la responsabilidad que cada quien debe tener, tanto individual (consigo mismo) como social (con los demás).  Y ha habido que recordárselo a quienes se les ha tiendo que recordar.  De eso habló el movimiento de pueblo que vivió el «Verano de 2019», el que, con su persistencia, logró la salida del poder de quien se creía que podía «coger de pendejo» hasta a sus propios simpatizantes y quedar limpio de polvo y paja.  Aunque aún quedan algunos rastros de inmundicia que deberán ser limpiados a su tiempo.  Porque, como lo saben ustedes que me han seguido todos estos años, no cumplir con la responsabilidad que todos tenemos, con nosotros mismos y con los demás, trae consecuencias, aun para quienes no tienen la culpa de que le fallen quienes están llamados a ayudarles.


No es por nada, pero la verdad es que escribir esta entrada me está haciendo bien, dentro de la situación que vive Puerto Rico y el mundo en estos días que debieron marcar el inicio de una nueva década.  Pero nada, yo creo que esto debe motivarme a continuar el ejercicio de escribir este blog mientras la vida me lo permita.

Así que… ¡vamos a dejarlo ahí!  Cuídense mucho y pórtense bien.  Y sobre todo, de ésta vamos a salir adelante.

LDB