¡Saludos, mi gente, dondequiera que estén!
Aquí estoy desde mi punto de mira, observando lo que me parece que es un juego de gato-y-ratón (o tal vez, algo peor). Desde finales de la semana pasada, la Federación de Maestros de Puerto Rico ha estado manteniendo una huelga en contra del Departamento de Educación de Puerto Rico (la misma agencia que en los tiempos de mi padre se conocía como el «Departamento de Instrucción Pública»). Para beneficio de quienes leen esto alrededor del mundo, la huelga en cuestión se produce en momentos en que ambas partes negocian un convenio colectivo, al amparo de la Ley 45 del 25 de febrero de 1998, conocida como la Ley de Relaciones del Trabajo para el Servicio Público de Puerto Rico. Ambas partes llevan alrededor de dos años en esas gestiones, y aún están encontrados en lo que se refiere a salarios, privatizaciones de servicios y cantidad de estudiantes que un maestro puede atender por aula de clase.
Hasta ahi vamos bastante bien. Por lo menos ya hay un compromiso de la agencia gubernamental, de que no se recurrirá a privatizar aquellas escuelas que se estén desempeñando de manera inferior a lo deseado, y cosas como el mejoramiento en las condiciones económicas y el número de estudiantes por aula estaban en vías de negociarse. Pero entonces, ¿cuál es el problema? El problema es que en una movida sorpresiva, la sindical magisterial se levantó de la mesa de negociación y decretó la huelga, a pesar de que muchos sectores del pueblo aconsejaron que ello no se hiciera. Peor aún, la huelga estaba contraindicada por la misma Ley 45 bajo la cual se estaba llevando a cabo la negociación. Por si alguien tiene alguna duda, veamos qué es lo que dice la Ley 45 a ese respecto:
Artículo 7 (Prohibiciones), Sección 7.1: Se prohibe participar, decretar o inducir a los miembros de una organización sindical o cualquier otro grupo de empleados del sector público, ya fuere por una persona en su carácter individual o por una organización sindical, a que decreten o participen en una huelga. Aquellos empleados que participen en una huelga, podrán ser destituidos conforme a las disposiciones reglamentarias que sobre acciones disciplinarias haya promulgado la Agencia.
Por supuesto, esta prohibición tiene sentido para quienes creen que el sector público—por contener las agencias de gobierno que atienden las necesidades apremiantes del pueblo, como la seguridad y la salud pública—no debe irse a una huelga que podría poner en juego la estabilidad del mismo pueblo al que se pretende servir. Otros creen que éste es uno de los muchos defectos de los que padece la Ley 45, y que por ello no debió ni aprobarse tan siquiera. Otro defecto notable de la Ley 45 estriba en una cláusula que hace que la propia existencia de la ley gravite sobre la prohibición que acabo de citar (cosa que normalmente yo no veo cuando se refiere a mi atención algún proyecto de ley):
Artículo 18 (Vigencia y Claúsula de Separabilidad), Sección 18.1 (Separabilidad): Si cualquier parte, párrafo o sección de esta Ley fuese declarada nula por un Tribunal con jurisdicción competente, la sentencia dictada a tal efecto sólo afectará aquella parte, párrafo o sección cuya nulidad haya sido declarada. En aquellos casos que la nulidad declarada se refiera a las disposiciones relacionadas con la prohibición de realizar huelgas o la prohibición de negociar cláusulas que representen compromisos económicos más allá de los recursos disponibles, la sentencia dictada tendrá el efecto de declarar nula la Ley en su totalidad. (Énfasis añadido.)
Personalmente, yo creo que la Ley 45 tiene sus fallas (como las que acabo de citar), pero no es como para pedir que la misma sea derogada de golpe y porrazo, como es una de las pretensiones que se han expresado en esta huelga. Yo también creo que la misma ley debe ser reformulada, a fin de que se garanticen los derechos de los trabajadores del gobierno y se mantengan aquellos logros que tanto sacrificio ha costado obtener. Y una de las reformas que podría considerarse es un derecho de huelga con ciertas limitaciones, que no afecten los servicios esenciales que se presten al pueblo. Aún así, tengo fe en que la Ley 45 se revise a su debido tiempo, y que todos saldremos beneficiados.
Pero para hacer el cuento corto, en este conflicto nadie quiere dar su brazo a torcer. Cada parte reclama para sí el éxito con cada movida táctica. Educación reclama que hay poco apoyo para la huelga de parte de los maestros, aunque no debería sorprender que esa falta de apoyo obedezca a que muchos de los maestros han optado por esperar en sus casas a que pase la tormenta. Los huelguistas, por su parte, reclaman el éxito al paralizar las escuelas, aunque para ello estén usando refuerzos (por ejemplo, estudiantes izquierdistas y miembros de otras sindicales). Sin embargo, no deja de preocupar cuando se echan sombras sobre este tipo de conflicto, en forma de actos violentos e intimidatorios de una u otra parte. (Y eso es algo de lo que no tengo duda alguna: ¡NINGUNA DE LAS PARTES ES INOCENTE!)
Y entonces yo me pregunto, ¿a qué abona eso? Una huelga que no está avalada por la misma ley bajo la cual se está negociando, ¿qué propósito puede tener? Hay quien dice que el fin ulterior de esta huelga es que se derogue la Ley 45. Pero entonces, ¿qué quedará para las demás agencias gubernamentales que están sujetas a esa ley (como aquélla para la cual yo trabajo)? ¿Habrá que empezar todo el proceso de nuevo? Y más importante aún: ¿qué sucederá con la educación de los niños? El bienestar y la formación de nuestros niños, ¿debe caer como víctima de la provocación de una sindical y de la falta de seriedad y compromiso de un gobierno? (Y cuando utilizo aquí la palabra «gobierno», incluyo tanto a una rama ejecutiva carente de la fuerza moral necesaria para enfrentar retos, como a una rama legislativa enfocada en una lucha por obtener el poder sin importar a quién se lleve por el medio. Y de eso tampoco me queda la menor duda: ¡NINGUNA DE LAS PARTES ES INOCENTE!)
En fin, que este conflicto apenas está comenzando. Habrá que esperar a que el mismo termine para ver quién más salió lastimado…
¡Y vamos a dejar eso ahí! Cuídense mucho y pórtense bien. ¡Hasta luego!
LDB