¡Saludos, mi gente!
No es cosa fácil ver cómo se desenvuelve una tragedia ante los propios ojos de uno. Ya pasamos por eso en muchas ocasiones: el incendio ocurrido la tarde de Año Viejo de 1986 en el antiguo hotel Dupont-Plaza (hoy Marriot) de San Juan, donde 97 vidas fueron segadas por delincuentes escondidos bajo el manto de obreros unionados; la explosión que causó daños significativos y 33 muertos en el edificio Humberto Vidal de Río Piedras (1996); el derribo de las torres del Centro Mundial de Comercio en Nueva York (9/11/2001), que segó cerca de 3,000 vidas ajenas a cualquier pretendido agravio contra un concepto extremista de cierta religión particular; y otros eventos similares en los que las vidas inocentes siempre salen perdiendo.
El caso es que así fue como me sentí cuando el pasado lunes (4/16/2007) encendía mi televisor en horas del mediodía (tiempo de Puerto Rico, UTC -04), para presenciar la tragedia que se estaba desarrollando en esos momentos en la Universidad Tecnológica de Virginia (Virginia_Tech), antiguamente conocida como el Instituto Politécnico de Virginia. A esa hora, se informaba de que un atacante armado había asesinado a dos personas en una de las residencias estudiantiles de esa universidad, y se había desplazado a otro edificio dentro del mismo recinto (que se indicaba en el momento que era un edificio de la facultad de ingeniería de Virginia_Tech) para continuar su racha asesina. Para entonces, se sabía que había por lo menos 22 víctimas fatales, un total al que se añadirían otras 10 víctimas al final del día. Eso, sin contar con que el mismo individuo que cedió ante la fiebre de matar, también caería víctima de su propia violencia.
No había manera de escapar a esa realidad. De momento, la vida de una apacible comunidad universitaria (situada al pie de las montañas del Oeste de ese estado) había cambiado en un abrir y cerrar de ojos.
Y ciertamente cambió, al convertirse de golpe y porrazo en el centro de una atención inmerecida. De momento, los edificios donde se perpetraron los dos incidentes violentos se convertía en un escenario de crímen. De momento, las hordas de los medios masivos de comunicación social llegaban a Blacksburg como las moscas a la miel (o al animal muerto… ustedes escojan qué imagen debe aplicarse aquí).
Según pasaban los días, la tragedia de Virginia_Tech iba adquiriendo una dimensión más humana, al conocerse los detalles de las 33 víctimas fatales. Entre estas vidas tronchadas estaba una muchacha de 18 años que hacía especialización en Relaciones Internacionales, que soñaba con trabajar en las Naciones Unidas; un profesor de ingeniería y matemáticas, sobreviviente del Holocausto, que dio su vida en defensa de sus estudiantes, al protegerlos de las balas asesinas; un estudiante de maestría en ingeniería y ayudante de cátedra, PUERTORRIQUEÑO para más señas, descrito como un exclente hijo, padre y esposo…
(Quien desee conocer quienes fueron estas 32 vidas que murieron sin razón, he aquí un enlace.)
También con el correr del tiempo, la personificación de la maldad desatada sobre estas 32 personas se dejaba ver. Se trató de un estudiante oriundo de Corea del Sur, a quien se ha descrito como un ser profundamente perturbado. De hecho, ello quedó de manifiesto, cuando en el intervalo entre los dos incidentes violentos, el individuo tuvo la desfachatez de ir a la oficina de correos de Virginia_Tech a enviar un paquete a la sede de la cadena televisiva NBC en New York. Y lo peor de todo es que ese paquete contenía una especie de «manifiesto» audiovisual, en el que él declaraba los porqué de su ira homicida, en el que él la emprendía contra «los riquitos», los privilegiados, los que siempre se salen con la suya. Y todo eso, aderezado con discursos incoherentes, pronunciados en un tono de voz que denotaba ira, una ira que lo estaba carcomiendo, y que él estaba convencido (por lo menos, en su propia realidad alterada) de podía aplacarla atacándola en su raíz.
(Ahora creo estar oyendo a mi madre, que Dios la tenga en su gloria, cuando decía que «la culpa siempre es huérfana»…)
Y también con el correr del tiempo, nos enteramos que se conocía que el joven asesino había tenido encontronazos con el sistema de justicia, al ser objeto de dos querellas por acosar a sendas estudiantes femeninas, querellas que nunca prosperaron. Y encima de eso, hubo atisbos, en escritos como los que él le envió a NBC el día de los hechos, de que su estado mental era inestable, al punto de que una catedrática de la propia Virginia_Tech quiso recomendarle al joven que buscara ayuda profesional. El problema es que se le puede ofrecer alternativas a quienes así las necesiten, pero si no hay VOLUNTAD, las mejores intenciones no sirven de nada. Y eso fue lo que sucedió con este joven: él no quiso aprovechar las oportunidades que se le ofrecieron. Y más inexplicable aún, el mismo estado de Virginia le permitió adquirir dos pistolas automáticas (con las que perpetró los sangrientos hechos), al no haber procesado oportunamente la información sobre su salud mental, que de lo contrario hubiera impedido (o tal vez no, ¡quién sabe!) el fatal desenlace del lunes pasado.
A decir verdad, este trágico suceso nos deja a todos con más preguntas que respuestas: ¿Cómo es que la sociedad contemporánea estadounidense permite que ocurran cosas como ésta? ¿Será la «mentalidad del Viejo Oeste» (o «de la frontera») la que fomenta que cualquier persona, en el estado emocional en que se encuentre, tenga en sus manos un instrumento de matanza (elemento traído a colación cuatro días después por un contratista en vías de ser despedido, que provocó un incidente de rehenes en el Centro Espacial Johnson de Texas, durante el cual él se privó de la vida tras matar a un rehén)? ¿Había alguna manera de parar en seco al joven victimario, antes que su condición mental lo llevara al fatal desenlace de su propia vida, tras tronchar otras 32 vidas sin razón alguna? ¿Cómo podrá evitarse que una situación como ésta se repita en el futuro, en otra universidad, en otra escuela, en otro lugar de trabajo? Y la vida en Virginia_Tech, ¿regresará a la normalidad después de una trágica semana como la que acaba de vivir?
Yo no sé cómo lo vean ustedes, pero creo que algo de cada uno de nosotros también murió con las 32 víctimas inocentes de los trágicos incidentes en Virginia_Tech…
OK, cambiemos de tema, que ya esto se me hace deprimente…
ESTA SEMANA (23–29 DE ABRIL DE 2007): Más disparates citados de los reportes de accidente de tránsito… Lanzan un nuevo sello de correos con la imagen del Presidente del Gobierno español, pero el experimento fracasa rotundamente… El deseo de un granjero de que sus vacas le den crías, puede resultarle… esteeeeeeeeee… un poquito embarazoso… Y… Conozca cuál es la mayor deducción a la hora de llenar su planilla de contribución sobre ingresos.
Visite Sitio ‘Web’ de Luis Daniel Beltrán y oprima donde dice «Humor, según Luis Daniel Beltrán».
Termino hoy expresando desde aquí mi mayor solidaridad con las familias de las víctimas de los sangrientos incidentes del lunes pasado en Virginia_Tech, y mis esperanzas de que su paso por este mundo no haya sido en vano, y que inspire a otros a crear, y no a destruir. ¡Buen viaje hacia la eternidad!
LDB