¡Qué vacilón!

New Orleans Mardi Gras parade on Canal Street,...
Mardi Gras, New Orleans ca. 1890.

Y si se trata de continuar escribiendo para sobrevivir, para no caer en la trampa del estupor, pues, aquí vamos de nuevo, amigas y amigos, mi gente.

Y si como decía en mi entrada anterior, lo que está mal está mal y así hay que decirlo, hay muchas cosas que en los primeros días del 2012—OK, ya sé que vienen desde mucho antes, pero bueno…—ha estado y están y estarán mal.  Como eso de “arrimarse” para utilizar servicios de agua y electricidad sin pagar por los mismos, en una residencia construida sin los debidos permisos gubernamentales (cosa que parece ser común entre quienes tienen—y hasta algunos que han tenido—el privilegio que da el poder, y que se creen que lo pueden hacer, pues, porque pueden hacerlo).  O eso de que quienes tienen la responsabilidad de llamar a capítulo a quienes se apartan de las sanas normas de convivencia, las mismas que nos requieren a los demás cumplir con nuestra responsabilidad de pagar el costo—cada vez más descaradamente alto—de dichos servicios, se cieguen ante la realidad y opten por no ver falta alguna en esa clase de conducta, y hasta la justifican para sí mismos, porque pueden hacerlo.

Pero eso sí: cuídate de ser cualquier “pelagatos” de por ahí, porque con la misma boca de comer te dicen que cumplas con tu responsabilidad, que no hagas lo que hacen (que no van a querer admitir que lo hacen), o si no… ¡la claje ‘e castigo que te espera!

Y también está mal que cada esquina de Puerto Rico se convierta en territorio de pandillas, como se pretende hacer con muchas de las instituciones que a quien únicamente se deben es al pueblo, a la gente, sin distinción de clase, religión, creencias, etc.  Que le guste a quien le guste, es lo que se está viendo actualmente en el Tribunal Supremo de Puerto Rico, desde que se empezó a tomar el mismo como un botín de guerra de los políticos.  De ambos bandos, que total, da lo mismo unos que otros—aún cuando los magistrados identificados ideológicamente con una derecha conservadora que imita de forma pésima a su contraparte estadounidense (y no hay que abundar mucho en ello para saber a qué partido me refiero), son más burdos y evidentes en eso.  Y también está mal que esos mismos jueces, porque entienden que lo pueden hacer, se busquen cuanta artimaña hay para no tener que responder a la hora de rendir cuentas de sus actos.

Yo no sé cómo lo vean ustedes, pero a mí me parece que para esta clase de gente, la función de regir los destinos de un país no es algo que se tome muy en serio que digamos.  Es como si fuera cualquier otra cosa—que bien podría llamarse “vacilón”, “chiste”, “relajo”, o como lo llamó en una ocasión el líder “vitalicio” del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), “una bachata”.  (Y aquí tengo que pedir que me disculpen mis lectores y lectoras en la República Dominicana, si se ven ofendidos con esa usanza del nombre de esa música tan rítmica y pegajosa, que también gusta mucho aquí en Puerto Rico.)  Es como algo de lo que se pueden burlar, sin miedo alguno a que los sorprendan en pifia y entonces venga “el lloro y el crujir de dientes”.

Eso sí, no tod@s en Puerto Rico se pueden dar el lujo de que l@s sorprendan en una situación indiscreta y salir sin un rasguño, con suerte, o como dice la expresión idiomática estadounidense, “to come up smelling like roses” (frase que utilicé en una entrada anterior).  De eso puede dar fe Gricel Mamery (en Twitter: @GMamery), la anfitriona radial y televisiva que se vio en medio de una controversia cuando la fotografiaron hace unas semanas en las Fiestas de la Calle San Sebastián (en el Viejo San Juan), edición del 2012, mientras un supuesto “amigo” de ella—uno de esos pseudoperiodistas latinoamericanos del ramo de “espectáculos y estilos de vida”—le levantaba la blusa (presumo que sin el consentimiento de ella) para que el mundo viera… esteeeeeeeeee… la belleza que ella llevaba por dentro.  Gracias a Dios que ella llevaba puesto su ajustador (o en buen español boricua, el brassiere), porque de lo contrario… la gente se hubiera creído que estaba en New Orleans en pleno Mardi Gras.  (A aquéllos de ustedes que han estado allí: por favor, no se hagan los inocentes, que ustedes saben a qué me refiero.)  Como consecuencia, ella perdió su empleo en un programa nocturno de variedades en la televisora gubernamental.  Y todo, por no tomarse en serio su responsabilidad como figura pública en una sociedad que (aunque no lo parezca) no ha dejado de ser conservadora.  Y todo, por haberse ido de vacilón, sin prever el problema en el que se iba a meter.

Y a ella, ¿quién la iba a defender?  (Por favor, no me contesten ésa.)  Nadie “tiró la toalla” por ella, como lo haría el buen entrenador boxístico cuando ve a su pupilo en serios problemas y quiere evitarle un mayor castigo (aunque ello signifique lastimar el ego del susodicho pupilo, que tal vez querrá seguir agarrando golpes, aunque sea para perder).  No, ella no es una legisladora a la que agarraron en manejos turbios, en un robo de servicios públicos de luz y agua (aunque se quiera hacer ver que eso no es necesariamente ilegal, aunque es más bien inmoral), o agrediendo a su pareja, o evadiendo su responsabilidad de mantener a sus hijos porque se siente superior al resto de nosotros, porque se cree por encima de la ley, porque es “un@ de los nuestros” y—por el bien del partido—hay que defenderlo a como dé lugar.  Hay que tirarle la toalla.

Francamente, no es mucho ni bueno lo que yo puedo esperar de gente así.  No es nada positivo.  Enfrentarse a las leyes promulgadas por “los otros” y prevalecer porque se ven favorecidos ahora (pero—y sigo insistiendo—ay de quien no está en “su reino”, para ese infeliz será el castigo).  Promulgar nuevas leyes y normas que los favorezcan, que les permitan abusar de la confianza que se les depositó, sin temor al castigo y a pasar la vergüenza… ¡ésa, la vergüenza, es para los demás!

Triste es decirlo, pero con eso es con lo que hay que lidiar día tras día.  Con eso y con sus consecuencias.

¡Y ahora sí, vamos a dejarlo ahí!  Cuídense mucho y pórtense bien.  Ciao!

LDB

Historia de dos líderes: Medianoche en una tarde de San Juan

A typical Cuban sandwich that can be found in ...
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Astuto.  Yo no creo que el Presidente de los EE.UU. de A., Barack H. Obama, pueda ser descrito con una palabra más adecuada, tras viajar el martes 16 de junio de 2011 a San Juan para una visita que comoquiera duró menos de lo que dura un centavo de queso.  Una visita para la que se hicieron muchas expectativas, sobre lo que se lograría alcanzar tras la misma.  Una visita para la que se quiso vestir a San Juan de punta en blanco.  Una visita para la cual se quiso movilizar a la gente, tal vez para dar la impresión de que Puerto Rico estaba así de contento de recibir a un visitante de la importancia del líder de la nación más poderosa sobre la tierra.

¿Y qué pasó?  (O más bien, ¿qué fue lo que no pasó?)  La llegada del “Fuerza Aérea 1” a San Juan con algunos minutos de adelanto, un discurso presidencial de 10 minutos y medio (en el que apenas dijo algo sustantivo—o lo que dijo no era nada nuevo), una caravana motorizada que se desplazó por la vía de rodaje como si tuviera prisa, una parada breve en el palacio de gobierno puertorriqueño (“La Fortaleza”), una parada para almorzar en una repostería y restaurante del sector El Condado…  ¡Adi’ó!  Pero, ¿y el almuerzo a todo dar que se le tenía preparado en La Fortaleza?  Y para terminar de hacerla, ¿almorzando con el principal líder de la oposición, el senador Alejandro García Padilla (PPD-Acumulación)?  No sólo eso: ¿almorzando (lo que en buen puertorriqueño conocemos como) un sándwich de medianoche” (cuyos ingredientes suelen incluir el jamón, el pernil de cerdo y el queso suizo), con agua embotellada?  Yo no sé, pero ese “sandwichito” debe ser un tremendo “resuelve” cuando se tienen por delante dos actividades de recaudación de fondos de campaña (una de las cuales era a US$38500 por cabeza), además de concederle entrevistas a dos de los medios locales (El Nuevo Día y Univisión Puerto Rico) antes de partir con rumbo a casa en el “Fuerza Aérea 1”.

¿Y dónde quedó el gobernador?  ¿Y dónde quedó la debida deferencia a las autoridades locales?  A mí me parece que eso se llama “plantón”.  Un buen plantón para las autoridades estatales y para muchos de los que fueron a vitorearle a su paso, como para que él viera que los puertorriqueños somos “una tribu feliz”.  Y no quepa la menor duda que quienes tanto se quisieron lucir, como si se tratara del reciente casorio de Guillo y Kati (¡y dale que es tarde!) de la boda real efectuada en abril pasado (y me imagino que alguna de las aspirantes a realeza conocidas “cariñosamente” como “las Cívicas” habría querido lucir un sombrero tan ridículo como el que llevó entonces la princesa Beatrice, que parecía más que otra cosa un asiento de excusado—o de retrete, o de inodoro… whatever!), se llevaron una enorme decepción.  Porque más que nada, lo principal que le importaba a las autoridades locales era lucirse.  Dar una buena impresión para que se nos tome en cuenta, a la hora de decidir nuestro futuro político, si queremos o no tener algo que ver con la nación poderosa del mundo.

Nación a la que—si nos dejamos llevar por algunos comentaristas políticos, como el periodista Luis Francisco Ojeda, uno de los expertos en dimes y diretes, broncas y bolletes “análisis” y “noticias”—no le interesa resolver la situación de su relación política con Puerto Rico.  ¿Será porque como hemos visto en otras ocasiones, siempre hay “asuntos más importantes que atender”?  ¿O será que al saber que aquí cada quién tira para su lado, simplemente los cachanchanes de allá están esperando a que nos acabemos de arrancar las cabezas?  Y cuidado que lo vengo diciendo, desde cuándo…

El caso es que, a mi juicio, una de las consecuencias inmediatas de la visita del presidente Obama Puerto Rico ha sido dejar una estela de “malos perdedores” (o que se comportan así), principalmente entre las huestes azules locales.  (Interesantemente, el color azul es el símbolo político que tienen en común los personeros del actual gobierno local [PNP] y los miembros del Partido Demócrata, a pesar de que los primeros se identifican principalmente con el Partido Republicano estadounidense, cuyo color es el rojo—el mismo que por décadas ha identificado a los miembros del PPD.  ¿Entendieron eso?  ¿No?  ¡Olvídenlo!)  Ya por lo menos, ha habido dos amenazas de miembros del actual gobierno (de hecho, son el presidente del senado y una senadora que es hija de un ex-gobernador) de irse de “tour” a través de las comunidades hispanas en los EE.UU.—las mismas a las cuales precisamente iba dirigido el viaje presidencial—para expresar el “agravio” del que fueron objeto a manos del mandatario.  (Y cuando se oye hablar a estas personas, no se puede menos que pensar en que están en la etapa de la ira que postulaba la doctora Kübler-Ross, como si se les hubiese arrebatado algo tan querido, una oportunidad que tal vez nunca volverán a tener.)

Sea como sea, para mí que este viaje presidencial no tuvo los resultados que todos teníamos en mente.  Y aun cuando algun@ que otr@ ilus@ pudiera albergar esperanzas de que tras el regreso del presidente Obama a Washington, de repente empezara a nevar en nuestras montañas (y si no me lo creen, véanse este “reportaje” en El Ñame), francamente, eso no habrá de suceder, o al menos no sucederá así porque sí.  Y nunca hubo la intención de que eso sucediera.

Lo que sí hubo fue un brillante ejercicio de astucia política.  Una partida de ajedrez de movimientos impredecibles—aunque no para los conocedores del juego, y me refiero en este caso al juego de ajedrez político.  Un ejercicio en el que prevaleció el gran maestro, el estratega (un poco irónico, tratándose de un ganador del Premio Nobel de la Paz), el que movió las fichas en el tablero a su antojo, dejando al bando enemigo tratando de curarse las heridas de la batalla.

Interesantemente, se nos vendió ésta como la primera visita en asuntos oficiales de un mandatario estadounidense, desde la de John F. Kennedy en diciembre de 1961 (y yo era un infante entonces, por lo que no tengo recuerdos de esa visita—sorry!), o como el cumplimiento de la promesa de campaña que el entonces candidato presidencial y senador por el estado de Illinois había hecho en otra visita fugaz, en 2008, de que volvería a Puerto Rico como presidente estadounidense.  Para muchos de nosotros, esta “venta” salió demasiado cara.

¡Y vamos a dejar eso ahí!  Cuídense mucho y pórtense bien.

LDB

Estampida de Reyes

Picture of Roberto Clemente Coliseum Stadium i...
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Miro las primeras planas de los periódicos del viernes, 7 de enero de 2011, y con toda franqueza, ésta es una de esas veces que se me hace difícil entender cómo puede pasar una cosa como ésta.  Veamos cómo lo describe la periodista Cynthia López Cabán en El Nuevo Día:

“Un caos fue lo que vivieron muchas de las personas que hoy acudieron con sus hijos a buscar regalos en la actividad del Día de Reyes que organiza el Gobierno, este año en el Coliseo Roberto Clemente.

“Y es que un conato de motín se desarrolló a eso del mediodía en el segundo piso del recinto cuando miles de personas, incluyendo niños, intentaban entrar para obtener sus regalos.  Todos quedaron atrapados cuando la Policía tuvo que cerrar los portones que daban acceso al lugar.  Personas brincaron, gritaron, los niños lloraban y una decena de policías buscaba cómo controlar la muchedumbre.  Otros se desmayaron y se marearon.”

Caos, gritos y llanto en Fiesta de Reyes (El Nuevo Día, 6 de enero de 2011)

La verdad es que yo no sé a quién, en su sano juicio, se le ocurre congregar una cantidad enorme de personas—más bien, de familias con niños pequeños—en un lugar cerrado como lo es el Coliseo Roberto Clemente,* situado frente al centro comercial Plaza Las Américas en Hato Rey, para una actividad de repartición de regalos por la festividad del Día de los Tres Reyes Magos (o como también se le conoce, Día de la Epifanía).  Una actividad que sirve al gobierno puertorriqueño, independientemente del color del partido que lo dirija en el momento, para dar una impresión de que está honrando una de las tradiciones que son—se quiera o no—parte de lo que somos como Puertorriqueños.

Pero si mal estuvo congregar una gran cantidad de personas en un espacio cerrado, peor estuvo no tener una planificación efectiva de la logística del lugar.  No prever la cantidad de familias con niños que acudirían a la actividad—atraídos como la proverbial mosca hacia la miel por la novedad de que se regalarían, entre otros, reproductores “mp3” y computadoras portátiles tipo “laptop”—y organizar la actividad para que el proceso de llevara de manera ordenada.  (Por cierto, esto me recuerda el cuarto punto en las listas—en español y en inglés—de los 10 pasos para la formación de una república bananera: regalarle “dulces” o “caramelos” a los ciudadanos, con el propósito de comprar su afecto.)  Y el resultado de esa mala planificación… bueno, a mí se me ocurre compararlo con una de esas ventas del “viernes negro” (término que ya expliqué en una entrada anterior), en las que se forma una estampida justo cuando abren las puertas de la megatienda por departamentos (o el comercio que sea)—y en ocasiones, ese resultado ha sido trágico.

Yo no sé cómo lo vean, pero me luce que lo que en otros años se hacía ordenadamente (con algunas excepciones no muy honrosas), en esta ocasión se improvisó.  Se realizó una actividad en la que se tiró a la gente “a los leones”, sin importar mucho las consecuencias que esto acarrearía.   Y francamente, las consecuencias fueron bastante serias: empujones, golpes, malos ratos, gente conducida como si fueran las reses que llevan al matadero, niños a los que se les hace pasar un susto innecesario, y que probablemente habrán salido de allí traumatizados, con un mal recuerdo de lo que debió ser un día de alegría, en el que se conmemora el reconocimiento de la grandeza de un niño en particular por parte de tres sabios del Oriente cercano (y no hace falta explicar a qué me refiero).

Lógicamente, después de la tempestad debe venir la calma, ¿no?  Y con la calma, la explicación de tan soberana metida de pata, como la ilustra esta cita del Primera Hora:

“El secretario de la Gobernación, Marcos Rodríguez-Ema, catalogó los momentos de tensión que se vivieron en la fila del coliseo Roberto Clemente, donde muchos se desmayaron y se lastimaron por los empujones, como «lamentables».

“Destacó que la actividad «se hizo con la mejor intención», pero «obviamente hubo fallas en la planificación».

“«Lamentamos los inconvenientes que pasaron muchas personas, muchos niños.  También hay que hacer un llamado en este tipo de evento a la cordura, a la paciencia y a los padres, a ver si es prudente que lleven bebés a este tipo de evento donde va a haber muchísima gente», manifestó Rodríguez-Ema.

[…]

“«Creo que, por lo que he visto, creo que fue mucha más gente de lo esperado.  Me parece que definitivamente el sitio donde se tenían que haber repartido los juguetes y los regalos posiblemente no debió ser en un segundo piso, debió ser en el espacio más amplio posible como lo fue el año pasado en el parque (Luis) Muñoz Rivera, y ése es el tipo de situación y cosa que debemos mirar ahora con detalle de cómo se pudo haber mejorado.»”

El Gobierno reconoce errores en el Día de Reyes (Primera Hora, 8 de enero de 2011)

Digo, si el Secretario de la Gobernación de Puerto Rico dice que la actividad del Día de Reyes se hizo “con la mejor intención”… bueno, dice el viejo refrán que así también se hizo el camino hacia el infierno.  Además, si apenas el año anterior se realizó la actividad en un espacio abierto en el que no hubiera posibilidad de formar un tumulto que se saliera de control, ¿por qué el cambio a un espacio cerrado, donde el riesgo de que la gente salga lastimada es mayor?  Y créanme que yo me he visto en locales en los que se ha congregado tanta y tanta gente, al punto de que la preocupación era que el Cuerpo de Bomberos de Puerto Rico fuera a intervenir y a desalojar el local.  Afortunadamente, en esas situaciones la cosa no pasó de ahí, pero la posibilidad no deja de ser un problema.

(Y ahora que lo pienso mientras escribo esto, ¿se imaginan lo que hubiera sucedido si allí, en ese mismo momento, se hubiese producido entonces un temblor de tierra como el de la pasada nochebuena, que mencioné de paso en mi entrada final del 2010?  Con eso lo digo todo.)

Pero lo más que me saca por el techo de esta situación es la tendencia oficialista de culpar a las personas, las familias que asistieron a la actividad, a las que se les crearon expectativas para esta actividad, por un comportamiento que a todas luces se les fomentó, motivado por la expectativa de que se iban a regalar computadoras portátiles y reproductores “mp3”.  Familias a las que se les inculcó un deseo de tener “lo último de la avenida”, tal vez con una expectativa de contentarlas y tenerlas de su lado a la hora de revalidar en el poder.  Pero eso no debería ser de extrañarse cuando se trata con quienes no se ven como parte del problema—que como bien lo dice Alberto Cortez, se olvidan que son “los demás de los demás”—y proclaman a los cuatro vientos que los pobres no salen de pobres porque no les da la gana, porque quieren, porque no aprovechan las dádivas que se les ofrecen en bandeja de plata.

Total, que a veces es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, en lugar de asumir responsabilidades y evitar lo que podría acabar en una tragedia lamentable.  Pero ya eso último me parece demasiado pedir.

Y vamos a dejarlo ahí, que ya habrá más de que (pre)ocuparse en el año que acaba de comenzar.  Cuídense mucho y pórtense bien.


Ubicación de los municipios de San Juan y Carolina, Puerto Rico.
Ubicación del Coliseo Roberto Clemente en San Juan, Puerto Rico.
Ubicación del Estadio Roberto Clemente-Walker y del Complejo Ciudad Deportiva Roberto Clemente, en Carolina, Puerto Rico.

* Para quienes me estén leyendo fuera de Puerto Rico: El Coliseo Roberto Clemente situado en San Juan no debe confundirse con el Estadio Roberto Clemente-Walker, situado a la salida de Carolina hacia el municipio de Canóvanas (que también es aparte del complejo conocido como la Ciudad Deportiva Roberto Clemente, cercano al Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín).


LDB

Siempre queda la sospecha…

Calle 13 singer- segundos antes de volver a sa...
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Amigas y amigos, no voy a tapar el Sol con un dedo: ninguno de los componentes de Calle 13 es santo de mi devoción.

Digo, si Christine O’Donnell—la fallida candidata republicana al senado federal por el estado de Delaware, apoyada por el grupo de fanáticos conservadores conocido como el “Tea Party”—se disparó la maroma de comenzar un anuncio político pagado diciendo, “Yo no soy una bruja”, ¡que yo comience esta entrada con una oración como la del párrafo anterior no quiere decir nada!

Por cierto, ella dice al final de dicho anuncio, “Yo soy Christine O’Donnell…  ¡Yo soy tú!”  Si yo hubiera sido elegible para votar en Delaware, mi respuesta hubiera sido: “¡Y yo no soy tú!  Gracias… ¡pero NO, GRACIAS!

Pero volviendo al tema, ni el Residente (René Pérez-Joglar) ni el Visitante (Eduardo Cabra), ni siquiera la PG-13 (la hermana de Eduardo, Ileana Cabra) son santos de mi devoción.  Su estilo de decir las cosas, su irreverencia (como cuando el Residente dijo públicamente que se estaba orinando, mientras recibía uno de los tres premios obtenidos por Calle 13 durante la ceremonia de los Grammy Latinos de 2006), tal vez no sean para alguien como yo, de una generación diferente, que interpreta las cosas de otra manera.  Pero quiérase o no, ése es su estilo, y yo tengo que respetarlo, de la misma forma que yo exijo el respeto para mi estilo de decir las cosas. Y quiérase o no, ellos están en todo su derecho de opinar, de decir lo que piensan, sin que a nadie más se le ocurra entrar en un ataque de pánico por lo que ellos dicen.

Y precisamente eso es lo que hace el Residente en “Digo lo que Pienso”—una de las canciones del cuarto disco de Calle 13, “Entren los que quieran”—, cuya letra (o “lírica”, como la llama el corillo hoy en día) está causando furor, además de una clase de aprehensión entre los objetos de sus críticas.  Y la razón para ello se encuentra en las estrofas finales de “Digo lo que pienso”, en las que el Residente se refiere a un supuesto “periquero”, un “Alcalde drogadicto con cara de idiota”, un presunto “corrupto” que tiene “cara de narcotraficante con miedo”, y de quien ciertos supuestos amigos del Residente dicen que lo han visto “cambiando el perico / La coca, hueliendo (sic), olfateando”, y a quien le ofrece pagarle la “rehabilitación” y que ambos a la vez se hagan una prueba de dopaje.

Pero, ¿acaso mencionó el Residente el nombre de Alcalde alguno?  Una simple mirada a la letra de la canción (y les dejo como asignación buscarla a través de Google, Yahoo!, Bing o el motor de búsqueda de su preferencia) debería indicar que no.  Pero siempre queda la sospecha.

Y si de sospechas se trata, la prensa puertorriqueña—la misma que, por cierto, parece que no sabe qué más hacer para llamar la atención y se dispara la maroma de crear titulares tales como “Fidel jura bandera americana”… en referencia a un nacional cubano residente al este de San Juan, casualmente llamado Fidel Castro, que hace un par de semanas adoptó la ciudadanía estadounidense vigente en Puerto Rico—se encargó de buscar uno de los sospechosos habituales: el alcalde de San Juan, Jorge A. Santini Padilla.  (Sí, el mismo que en 2006 la emprendió contra los preparadores de un informe en el que se denunciaba que la ciudad de San Juan era una de las 10 ciudades en jurisdicción estadounidense que más criminalizaba a los desamparados y los deambulantes—y lo sigue haciendo al día de hoy.)

Ni corta ni perezosa (yo no sé cómo lo ven, pero esa frase me parece tan “Siglo 20 19”), la prensa le pidió una reacción… y esto fue lo que respondió (versión de El Nuevo Día; versión de Primera Hora):

“ ‘¿Ustedes creen que yo pierdo un segundo escuchando la música de ese tipo?  No hombre, no.  Yo no sé qué canción es, yo no sé si dice o no mi nombre, o lo que diga, pero no me interesa.  Porque mientras él escribe la cosa esa para después declamarla, yo estoy haciendo trenes, parques, escuelas, museos’, señaló el Alcalde.

“El Nuevo Día le preguntó por qué, a pesar de sus esfuerzos de relaciones públicas durante todos estos años no ha logrado desvincularse del tema. ‘¿Tú crees que yo voy a perder el tiempo con esa necedad y con esas tonterías?’, fue su respuesta.  Añadió que a quienes únicos le interesa el tema es a la prensa.”

Por supuesto, ésta no es la primera escaramuza entre ambos contendientes.  Valga recordar lo del año pasado, cuando el alcalde Santini mandó a cancelar un espectáculo en el que Calle 13 participaría, aparentemente en represalia reacción a las expresiones del Residente en contra del gobernador Luis G. Fortuño Bruset y su administración durante la transmisión de los Premios MTV de 2009.  Pero este nuevo episodio ya es otra cosa, algo así como gritar sobre el techo del edificio más alto un secreto a voces.  Secreto que pudo haber quedado más o menos expuesto el 18 de septiembre de 2009, durante el incidente que mencioné de pasada en una entrada anterior, en el que el primer ejecutivo capitalino se vio implicado mientras se encontraba en un cafetín rural en el peor momento posible: en medio de una incursión policial en la cual se investigaba—entre otras cosas—una aparente actividad de tráfico de narcóticos.  (Sé lo que están pensando: debí haber ampliado ese tema entonces, en lugar de concentrarme en la “caca laboral”, pero ya eso es otra historia.)  Incidente tras el cual el alcalde alegó que se quiso fabricar un caso por ley de drogas en su contra “por motivos políticos partidistas”, porque dos de los oficiales policiacos implicados fueron parte de la escolta de la hoy ex-gobernadora Sila M. Calderón (o sea, que son “culpables por asociación”).

Total, que un informe de agosto de 2010 de la Comisión de Derechos Civiles de Puerto Rico exoneró al alcalde Santini de toda sospecha relacionada con drogas y a los policías, más o menos, de la implicación de impropiedad que se quiso hacer en su contra.  Pero qué puede importar eso ahora, porque siempre queda la sospecha…

Está de más decir que las reacciones a todo este evento han sido mixtas, pero hay dos que llamaron bastante la atención.  Primero fue la de la radioemisora de los expertos en los chismes y diretes, broncas y bolletes que quieren hacerle creer al público que son análisis y noticias, que despidió a uno de sus analistas, el dramaturgo Roberto Ramos Perea, luego de que éste se expresara sobre el tema durante un programa en esa emisora, con la excusa de una supuesta baja en la sintonía del programa.  (Otro caso para archivar bajo “Desde que se inventaron las excusas…”)  Pero más interesante es la reacción de la presidenta de la Junta Reglamentadora de Telecomunicaciones de Puerto Rico (JRT), Sandra Torres, quien además de determinar que “Digo lo que pienso” es “completamente obscena y lasciva”,

“… instó a todo aquel que no se sienta cómodo o no esté de acuerdo en que se transmita la canción a escribir a la agencia que dirige para remitir las quejas a la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, en inglés), que es el ente con jurisdicción sobre estos asuntos.

[…]

“La funcionaria pública afirmó que el asunto tiene que llegar a la FCC, por lo que exhortó al público a enviar sus cartas a la JRT y ‘yo gustosamente las voy a remitir a la FCC con una carta de mi puño y letra expresándoles  la indignación del pueblo puertorriqueño sobre este tipo de material’.”

Francamente, tanta cortesía y amabilidad me abruman…  Pero eso no es lo único interesante de las expresiones de la funcionaria:

“Para la presidenta de la JRT, ‘el pueblo de Puerto Rico se siente indignado con la lírica de la nueva canción de René, independientemente que la canción vaya dirigida a una figura política de un partido en particular’.

“‘Yo creo que nuestra gente es más inteligente que eso, los valores nuestros deben ir por encima de cualquier consideración político partidista y por eso más allá de colores todos nos debemos sentir indignados’, añadió.”

Yo creo que todo lo que le faltó a la señora Torres fue repetir las palabras de Christine O’Donnell, “¡Yo soy tú!”  Y créanme, que mi respuesta sería la misma: “¡Y yo no soy tú!  Gracias… ¡pero NO, GRACIAS!”  Francamente, no entiendo cómo una funcionaria que tiene que responder a los designios de la administración gubernamental que la nombra a su puesto, se erige como un supuesto paladín de la decencia en los medios, como una mensajera de la “indignación” de un pueblo contra una canción que ella ha determinado que es “obscena y lasciva”, que predica el predominio de “los valores nuestros”—los mismos que tanto se le exhorta al pueblo que los practiquen en su vida diaria, pero que ellos mismos no son capaces de practicar.  Aunque aquí también, siempre queda la sospecha…

Al menos, en una cosa le doy la razón: “nuestra gente es más inteligente que eso”.  Y demás está decirlo, que nuestra gente es más inteligente y está reaccionando, cuestionando todo este asunto, desde la reacción del alcalde Santini, pasando por la “botá’ como bolsa” de Ramos Perea, hasta el manifiesto de la funcionaria convertida en portavoz de la lucha por proteger la moral y la decencia de los puertorriqueños.  Mientras escribo esto (a las 00:01 UTC –04:00 del domingo 28), veo que Global Voices ya ha recogido varias de esas reacciones.  También merece destacar las entradas que J. Sánchez Lugo, la Prof. Rima Brusi y Elco Lao le han dedicado al tema en sus respectivos blogs.

Yo lo que sé es lo siguiente: queramos o no, hay muchas cosas que toda esta situación ha dejado al descubierto.  Como la presunta conducta del funcionario que dirige los destinos de la ciudad de mayor importancia en Puerto Rico, puesta en duda públicamente por un artista cuyo “defecto” es querer cuestionar lo que hay, sacudir los cimientos de lo establecido y buscar un mundo más justo y equitativo, y aparentemente protegida por quienes no toleran el cuestionamiento, por quienes dicen defender la libertad de expresión, pero en realidad le tienen miedo a la libertad del pensamiento.  Y cuando suceden cosas como ésas… siempre queda la sospecha.

Y yo sospecho que esta entrada me quedó muy larga, ¡así que vamos a dejarlo ahí!  Cuídense mucho y pórtense bien, mi gente.

LDB

Haz lo que yo digo, no lo que yo hago: Edición legislativa para agosto de 2010

South view of the Puerto Rico Capitol in San Juan.
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Amigas y amigos, empiezo a escribir esto a eso de las 16:40 UTC –04:00 del domingo 29, cuando la temperatura en la calle está a unos 92°F (33°C) y se cierne sobre Puerto Rico la amenaza del alcance del huracán Earl, que aunque se espera que pase a alguna distancia del nordeste de Puerto Rico, su posible impacto no deja de ser objeto de preocupación.  Pero nada, lo importante es que sigamos de pie y en la lucha, sin dejar que los vientos huracanados nos tumben.

Pero voy a lo que vine: Para mí es muy bochornoso ver a quienes ponen una mano sobre la Biblia para prometer que honrarán y respetarán la Constitución y las leyes de Puerto Rico, siendo los primeros en echar tierra sobre ese juramento con las cosas que hacen cuando el ojo público no los está mirando—o tal vez, cuando creen que no los está mirando, pero eso es otra cosa.  Tal parece ser el caso del representante Luis Farinacci (PPD), cuya esposa solicitó y obtuvo una orden de protección en su contra (el mismo mecanismo que, como ya dije en una ocasión anterior, “tiene la misma función que el papel higiénico” para los agresores conyugales), luego de alegar que él la sometió a un patrón continuo de violencia doméstica conyugal durante 12 años, y para cuyo caso se ha designado un Fiscal Especial Independiente (FEI).  La propia denunciante alega también que su esposo es usuario de sustancias controladas, específicamente cocaína, a pesar de que él no se ha hecho prueba alguna de detección de drogas durante su desempeño legislativo.  (Algo a lo que, a juzgar por lo que dice esta noticia en El Nuevo Día, parece que la legislatura puertorriqueña le huye como el diablo a la cruz.  ¡Qué extraño!  ¿Por qué será?)  La situación tocó fondo cuando a mediados de julio pasado, el “distinguido” legislador llamó por teléfono a su esposa y amenazó con matarla a ella y a su familia.

Pero si bochornosas han sido esas revelaciones, aún más bochornosas han sido las secuelas: garatas entre bandos rivales de legisladores (¿por qué debe sorprenderme eso?), insinuaciones de que todos los legisladores del bando del implicado maltratan a sus cónyuges (parece que alguien… OK, la presidenta de la Cámara de Representantes, Jennifer González—PNP—, quien hizo dicha insinuación, se quedó dormida en clase cuando se enseñaba aquello de que “todas las generalizaciones son malas… ¡incluso ésta!”), contraataques en los que se sacó a relucir el caso de otro representante (Eric Correa, del PNP) que también está en problemas legales por ser un esposo maltratante… en fin, la misma m… el estercolero de siempre.

(A lo mejor, el próximo tema de campaña sucia para las elecciones del 2012 será cuál de los dos partidos principales—PPD y PNP—tiene más presuntos agresores conyugales dentro de sus filas…)

Tal vez para algun@s que no le dan mucho pensamiento a las cosas (por no decirles “ingenu@s”), es “un consuelo” saber que los pobres no son los únicos que tienen problemas de violencia dentro de su núcleo familiar—porque como rezaba el título de la telenovela aquélla que protagonizaba la chaparrita mamá de Christian, “Los ricos también lloran”.  Pero en realidad, no se trata de si el agresor hogareño (en su sentido genérico) es un pobretón de esos que le deben una vela a cada santo, o es uno de esos que adviene al servicio público para enriquecerse o para jactarse de ser mejor que los demás.

Se trata, como ya yo creo haber dicho hasta la saciedad, de un problema de salud mental que afecta a todos por igual.  Es más, permítanme repetir la oración anterior, pero con énfasis: Se trata, como ya yo creo haber dicho hasta la saciedad, de un problema de salud mental que afecta a todos por igual.  Una vez más: AFECTA A TODOS POR IGUAL.  Y la mejor manera de atender un problema así es dándole el frente, aceptándolo, buscando ayuda profesional (como se lo ha sugerido al propio legislador la familia de su esposa), y no dando cara de que las cosas están bien cuando la realidad es que no lo están.  (Y a mi entender, eso fue lo que hizo el representante Farinacci cuando fue entrevistado sobre su caso en la radio local y la impresión que dio fue que la cosa no era con él, que él estaba tranquilo, “¿vijte?”, bien cool… tal vez demasiado cool… 8) )

Ya yo desearía que los dos legisladores implicados en estos casos de violencia conyugal—por no desear saber cuántos más merodean por los pasillos del vetusto edificio de mármol de Puerta de Tierra—acogieran esta sugerencia… pero por lo que veo, no parece que haya mucha voluntad para eso.

¡Y vamos a dejarlo ahí!  Cuídense mucho, mi gente.  Hasta luego.

P.S.: Terminé de escribir esta entrada a las 22:25 UTC –04:00 del domingo 29 y… ¿me creerían que la temperatura de mi calle no ha bajado de los 90°F (32°C) desde que empecé a escribir?  Y la amenaza del huracán Earl de acercarse a Puerto Rico sigue latente a esta hora.  Yo creo que el clima se ha vuelto loco…

LDB