Que no calle el cantor

Our Facundo

“Si se calla el cantor calla la vida,
porque la vida, la vida misma es todo un canto.
Si se calla el cantor, muere de espanto
la esperanza, la luz y la alegría.

“Si se calla el cantor se quedan solos
los humildes gorriones de los diarios.
Los obreros del puerto se persignan:
quién habrá de luchar por sus salarios.

(HABLADO:
‘Que ha de ser de la vida si el que canta
no levanta su voz en las tribunas
por el que sufre, por el que no hay
ninguna razón que lo condene a andar sin manta’.)

“Si se calla el cantor muere la rosa.
De qué sirve la rosa sin el canto.
Debe el canto ser luz sobre los campos,
iluminando siempre a los de abajo.

“Que no calle el cantor porque el silencio
cobarde apaña la maldad que oprime.
No saben los cantores de agachadas:
No callarán jamás de frente al crimen.

(HABLADO:
‘Que se levanten todas las banderas
cuando el cantor se plante con su grito.
Que mil guitarras desangren en la noche
una inmortal canción al infinito’.)

“Si se calla el cantor . . . calla la vida.”

(«Si se calla el cantor», por Horacio Guarany)

Amigas y amigos, mi gente: Escribo esto apenas 6 horas después de enterarme y todavía estoy atónito (o como decimos en buen puertorriqueño, “en shock”).  Atónito.  Sorprendido de ver de lo que son capaces algunos supuestos seres humanos cuando quieren acallar las voces que no les gusta oír, las que nos dicen las verdades en la cara, las que nos recuerdan cuál es nuestra verdadera naturaleza y cómo la hemos ido corrompiendo a plazos cómodos.

Pero ésa es la realidad, nos guste o no.  Y la realidad es que hoy (9 de julio de 2011), América Latina perdió a una de sus grandes voces, la voz del cantautor argentino, Facundo Cabral.  Una voz que no se dedicó a “lamerle el ojo” a las clases pudientes de nuestros países latinoamericanos, sino que le cantó a los de abajo, a quienes sienten y padecen, a quienes sufren el hambre y la miseria, a quienes sueñan con un futuro donde no hayan injusticias.  Y ésa también es la realidad, nos guste o no (sobre todo, porque también nos afecta aquí, en Puerto Rico).

¿Y cómo fue que lo perdimos?  De la peor manera posible (digo, a menos que hayan maneras mucho peores que no conocemos): asesinado vil y cobardemente en medio de una emboscada, mientras se dirigía al aeropuerto internacional de Ciudad de Guatemala.

¿Quién o quiénes lo asesinaron?  Mientras escribo esto no se sabe.  Pero a mí no me cabe la menor duda de que quienes nos arrebataron esa voz son unos COBARDES.  Seres sin escrúpulos.  Seres sin dignidad.

¿Con qué propósito lo mataron?  ¿Será para acallar una voz cuyo único pecado fue alzarse en contra de la injusticia social?  ¿Será por seguir los dictados de alguien que nunca le tuvo simpatía, que nunca comulgó con su prédica de justicia social?

Pero más importante aún: ¿Creerán sus asesinos—o quien (quienes) los haya (hayan) enviado a cometer tan terrible hazaña, que al matar su cuerpo físico han matado su espíritu, que han callado su voz para siempre?  ¿Que le han hecho un favor al resto de la humanidad, al librarla de ese “estorbo”, de ese “comunista”, de ese “izquierdoso”?

(Y probablemente eso mismo es lo que sienten—en secreto—algunas figuras de mi país que piensan de esa manera, aunque públicamente los veamos “rasgarse las vestiduras” ante esta noticia…  No nos llamemos a engaño.)

Francamente, yo creo que quienes se atienen a la línea de “hacerle ese favor a la humanidad” no toleran a quienes les cuestionen su modelo de “paz a fuerza de miedo” (que como ya cité en alguna ocasión a Melody Beattie, una paz así no es paz), no aceptan que haya gente que tenga la esperanza de un mundo más justo.  (Es más, ahora me doy cuenta de por qué Gil (the Jenius) Schmidt los describe excelentemente bien a unos y a otros en una entrada reciente de su blog—que personalmente, se las recomiendo aunque esté escrita en inglés.)  Y para ser sincero con ustedes, esa clase de persona se equivoca.  Porque mientras haya un asomo de injusticia en el mundo, siempre habrá quien alce su voz en defensa de quienes sufran esa injusticia.  Mientras haya desigualdad en este mundo, siempre habrá quien alce su voz para denunciarla y para procurar que se corrija esa desigualdad.

En otras palabras, a quienes creen que con el asesinato de don Facundo Cabral, se ha callado el cantor… lamento decirles que se equivocan completamente.  PUNTO.

Así que desde aquí, desde mi “Puerto Rico” = “Puerto Pobre” que también siente y padece por nuestros hermanos latinoamericanos: ¡Buen viaje, don Facundo Cabral!  Éste no fue el día de tu muerte, sino el día en que naciste para la eternidad.

¡Que así sea!

LDB

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